Luego de la muerte del rey Jorge VI, su hija, Isabel II, se convirtió en la heredera del trono británico. Abarcando toda la atención, Isabel empezó a ver cómo la relación con su esposo Felipe empezaba a deteriorarse ante su posición de segundo plano en el Imperio. Además, Isabel se vio forzada a intervenir en la relación de la princesa Margarita y un hombre casado, impidiendo la controversia que pudo provocarse, pero poniendo por encima el sentido del deber de la Corona, dejando de lado la felicidad de su propia familia. Ahora, Isabel deberá hacer frente a un grave conflicto, conocido como la crisis del Canal de Suez, que la llevaría a una alianza frente a Egipto, por el control de una ruta estratégica, pero también vería pasar a dos ministros: Winston Churchill, con quien tuvo una relación problemática, debido a su juventud e inexperiencia; y a Harold Macmilland, quien fue motor de un gran escándalo que puso en jaque a la monarquía y a la propia Reina.