Julio César consigue una poderosa reputación luego de conseguir que Roma avanzara en su estrategia militar. Su riqueza comienza ascender a la par de su populismo con el pueblo romano, que termina convirtiéndolo en un ídolo. Sin embargo, sus ingeniosas tácticas no tardan en crear nuevos enemigos que lo obligan a tomar medidas importantes, entre ellas, perseguir hasta la muerte a su antiguo aliado, Pompeyo.