Este no es el típico thriller erótico: es una disección del deseo, los celos y la mentira. No hay héroes ni villanos, solo una pareja que se consume entre sí mientras finge normalidad.
Los thrillers tienen algo hipnótico. Esas historias que te hacen contener la respiración, donde cada silencio dice más que un grito y donde los personajes parecen esconder algo. En el cine, este género nos ha dejado joyas inolvidables: El silencio de los inocentes, y Seven y Zodiaco de David Fincher, que nos hizo desconfiar de todos y de todo.
Pero hay otro tipo de thrillers, uno menos sangriento y más íntimo, que no exploran el crimen sino el deseo. Atracción fatal y Bajos instintos convirtieron la pasión y la infidelidad en un juego mortal, donde la cama podía ser tan peligrosa como una arma. Y ahora, ese subgénero de erotismo y paranoia regresa con una historia en Prime Video que combina lo mejor de ambos mundos.
El regreso del maestro del deseo y el peligro
Detrás de esta historia está Adrian Lyne, el mismo director que nos dio Nueve semanas y media, Infidelidad y Atracción fatal. Después de dos décadas alejado del cine, Lyne volvió con una película hecha a su medida. Y claro, necesitaba una pareja a la altura: Ben Affleck y Ana de Armas, quienes en ese momento eran pareja en la vida real.
La película se llama Aguas profundas. A simple vista parece una historia de amor disfuncional, pero lo que esconde es una de las dinámicas más retorcidas que se hayan visto en pantalla.
Vic y Melinda Van Allen viven en los suburbios estadounidenses, rodeados de jardines perfectos, cenas elegantes y vecinos que sonríen demasiado. Pero su matrimonio está vacío. No hay pasión, ni ternura, ni siquiera cariño. Solo un acuerdo silencioso: para evitar el escándalo de un divorcio, Vic le permite a Melinda tener los amantes que quiera, siempre y cuando no abandone el hogar ni la fachada de "pareja feliz" que muestran al mundo.
Cuando uno de los antiguos amantes de Melinda aparece muerto, Vic no puede evitar celebrarlo y hasta sugerirle a su esposa que él ha sido el responsable, afirmaciones que resultan falsas cuando detienen al verdadero asesino. Sin embargo, en los siguientes meses, diferentes amantes de Melinda empiezan a aparecer muertos, bajo extrañas circunstancias, que la llevan a pensar que Vic tiene algo que ver en ello.
Erotismo, culpa y una tensión que no deja respirar
Adrian Lyne domina el arte del deseo tóxico. Aquí no hay escenas gratuitas ni explosiones espectaculares: el verdadero fuego está en las miradas, en los silencios incómodos, en los gestos que insinúan lo que nunca se dice. La película se mueve entre el romance y el suspenso, mezclando la sensualidad con el peligro.
Ben Affleck interpreta a la perfección a ese hombre que parece tranquilo pero está al borde del colapso. Y Ana de Armas se roba la pantalla con un personaje tan libre como provocador, que desafía las normas y empuja a todos hacia lo desconocido.
Pero lo fascinante de Aguas profundas es que, más allá del misterio, habla del amor moderno con una crudeza que incomoda: ¿Qué pasa cuando dos personas deciden quedarse juntas, no por amor, sino por conveniencia? ¿Qué tan lejos se puede llegar para mantener una mentira? La película convierte esas preguntas en un baile peligroso entre dos seres que no pueden vivir juntos pero tampoco soportan separarse.