Estrenada en 1977, la cinta no tuvo el impacto comercial que merecía, pero con los años se ha convertido en un clásico de culto. Pero para este cineasta, no tiene comparación con ninguna otra.
El cine bélico ha dado algunas de las películas más intensas, desgarradoras y visualmente impactantes de todos los tiempos. Ahí están Salvando al Soldado Ryan de Steven Spielberg, con su estremecedora secuencia inicial que sigue estremeciendo a nuevas generaciones. O Apocalipsis Ahora de Francis Ford Coppola, ese descenso surrealista a la locura humana durante el conflicto de Vietnam.
Estas y otras películas han sido enormes, aclamadas y estudiadas como auténticos pilares del séptimo arte. Y, aun así, entre todos esos monstruos cinematográficos, hay una cinta que muchos olvidan o nunca han visto, pero que un director legendario considera la mejor película de guerra jamás hecha.
La elección que sorprendió a todos
Para sorpresa de muchos, el director que hizo esta declaración no es un cineasta menor. Cuando le preguntaron por la mejor película bélica de la historia, su respuesta no fue ninguna de las que suelen encabezar listas: ni Spielberg, ni Coppola, ni Terrence Malick, ni Stanley Kubrick.
Para Quentin Tarantino, la mejor cinta de guerra es una que nunca ha tenido el reconocimiento masivo que merece, pero que para él es una obra absolutamente incomparable. Esa cinta se llama La cruz de hierro y llegó a los cines en 1977.
'La cruz de hierro': una joya realista, brutal y antibélica
Dirigida por Sam Peckinpah, uno de los cineastas más influyentes del siglo XX, La cruz de hierro es una película que retrata la Segunda Guerra Mundial desde una perspectiva incómoda: la de los soldados alemanes en el Frente Oriental. Nada de heroísmo patriótico, nada de discursos inspiradores: aquí lo que domina es la desesperación, la miseria y la violencia sin sentido.
La historia sigue al sargento Steiner, un soldado duro, astuto y absolutamente desencantado. Está atrapado en un ejército que se derrumba, rodeado de camaradas que solo buscan sobrevivir un día más. Y encima debe lidiar con su nuevo comandante, un oficial aristócrata obsesionado con conseguir la Cruz de Hierro, la medalla militar más prestigiosa del ejército alemán.
¿Por qué es una obra maestra?
La cruz de hierro no se conforma con mostrar explosiones o combates espectaculares. Peckinpah, fiel a su estilo, convierte la violencia en un reflejo de la degradación moral. Las escenas de batalla son sucias, frenéticas, casi caóticas. Hay sangre, barro, humo y una cámara que se agota tanto como los soldados.
Pero más allá del aspecto estético, la película destaca porque humaniza a quienes nunca suelen ser vistos como víctimas. Sigue a soldados alemanes que no comulgan con el nazismo, que solo quieren seguir vivos pero que están atrapados en una maquinaria de muerte que no controlan. Esa mirada, tan poco común en el cine occidental, es la que convierte la película en un ejercicio profundamente antibélico.