90 minutos de tensión pura: la película de un tren sin frenos que Denzel Washington convirtió en un clásico de acción
Desde 'El arca rusa' de Aleksander Sokurov hasta 'Museo' de Alonso Ruizpalacios, me encantan las películas que se desarrollan al interior de los museos. Como historiador del arte, me interesa explorar los vínculos que existen entre la pintura y el cine como medios de expresión visual.

Un tren fuera de control, sustancias letales y dos hombres decididos a evitar una tragedia. Así es el filme que Denzel Washington transformó en un clásico del cine de acción y que mantiene la tensión hasta el último segundo.

Hay películas de acción que conquistan al público desde el primer minuto y no lo sueltan hasta que aparece el último crédito. Imparable, dirigida por Tony Scott y protagonizada por Denzel Washington y Chris Pine, pertenece a ese selecto grupo. Con una duración ajustada, un pulso narrativo impecable y un suspenso sostenido, la cinta se ha consolidado como uno de los thrillers más trepidantes del siglo XXI. Lo que comenzó como una colaboración más entre Washington y Scott terminó convirtiéndose en el cierre perfecto de esta dupla.

La última gran alianza entre Denzel Washington y Tony Scott

Imparable fue la quinta y última colaboración entre Denzel Washington y Tony Scott, un dúo que ya había dado títulos memorables como Marea roja, Hombre en llamas y Déjà Vu. Tras el estreno de Asalto al tren Pelham 123, se esperaba que ambos regresaran con una película aún más sólida. Y así fue. Estrenada en 2010, Imparable no solo fue un éxito comercial, sino también crítico, consolidándose con el tiempo como un clásico moderno.

La historia sigue a Frank Barnes (Washington), un veterano ingeniero ferroviario, y al novato Will Colson (Pine), quienes deben detener un gigantesco tren cargado con sustancias químicas altamente peligrosas antes de que atraviese zonas densamente pobladas. Basada en el incidente real del tren CSX 8888, ocurrido en 2001, la película combina hechos auténticos con dramatización para construir un relato lleno de vértigo. La cinta respeta elementos esenciales del suceso original: un tren sin conductor, una velocidad creciente y un operativo desesperado para frenar una catástrofe mayor.

La maestría de Tony Scott se evidencia en cada secuencia. Fiel a su estilo, el director evita el abuso del CGI y apuesta por rodar la acción de forma práctica, con cámaras sobre los trenes en movimiento y maniobras peligrosas realizadas a velocidad real. Esta decisión otorga al filme una sensación de inmediatez y riesgo tangible que pocos thrillers logran. El montaje nervioso, los encuadres dinámicos y el uso preciso del sonido convierten al tren en un ente imparable que avanza como una fuerza de la naturaleza.

Denzel Washington enfrentándose a su propio miedo

Una de las curiosidades más impactantes del rodaje es que Washington, conocido por ejecutar muchas de sus propias acrobacias, tuvo que enfrentarse a su acrofobia. Durante siete días consecutivos filmó escenas caminando y saltando sobre vagones en movimiento, impulsado por la insistencia de Scott de mantener todo lo más real posible. La entrega física de Washington y Pine aporta un peso dramático adicional al relato, reforzando la sensación de peligro constante.

facebook Tweet