El cine de ciencia ficción ha explorado por décadas los efectos devastadores del cambio climático en la Tierra. Películas como Soylent Green, Waterworld o Snowpiercer han advertido sobre un futuro sombrío en el que la humanidad, tras agotar los recursos del planeta, se ve obligada a buscar una nueva oportunidad en otro lugar. En esta misma línea, Éxodo: La última marea plantea un mundo donde la Tierra es inhabitable desde hace 200 años y la humanidad debe decidir si es posible regresar.
Visualmente impactante pero narrativamente irregular, la película toma referencias de clásicos del género como Aliens y Niños del hombre, explorando temas como el colonialismo, la reproducción y la lucha por la supervivencia. Su protagonista, Blake, interpretada por Nora Arnezeder, es una heroína con la fortaleza de Ripley y una sensibilidad especial hacia la infancia. Sin embargo, aunque la película plantea cuestiones fundamentales sobre el destino de la humanidad, no logra profundizar lo suficiente en ellas.
Constantin Film
Un planeta olvidado: la impactante premisa de ‘Éxodo: La última marea’
La película, dirigida por Tim Fehlbaum, nos sitúa en un futuro en el que la élite gobernante abandonó la Tierra y se estableció en el planeta Kepler 209, un refugio que pronto mostró serios inconvenientes: altos niveles de radiación y la incapacidad de concebir de manera natural. Ante la amenaza de la extinción, los habitantes de Kepler lanzan una misión para determinar si la Tierra es habitable de nuevo. La primera expedición, Ulysses 1, desaparece sin dejar rastro, y una generación después se envía Ulysses 2 con una tripulación de tres personas, entre ellas Blake.
Cuando la astronauta llega a la Tierra, se enfrenta a un paisaje inundado y hostil, donde los pocos sobrevivientes han desarrollado un estilo de vida nómada y rudimentario. Pronto, Blake es capturada por un grupo de humanos liderado por Narvik (Sarah-Sofie Boussnina), quienes han logrado adaptarse y, sorprendentemente, tienen la capacidad de reproducirse. Entre ellos está Maila, una niña con la que Blake establece un vínculo especial. Pero cuando otra facción más agresiva ataca y secuestra a Maila y otras niñas, la protagonista se ve obligada a actuar.
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Éxodo: La última marea brilla en su diseño visual y en la construcción de un mundo postapocalíptico creíble. La cinematografía de Markus Förderer y el diseño de producción de Julian R. Wagner logran retratar un futuro devastado por el agua, con ciudades flotantes improvisadas y comunidades nómadas que sobreviven con escasos recursos. Es en ese momento cuando el guión se arriesga a explorar tanto los dilemas filosóficos como las problemáticas sociales que plantea, sin la intención de obtener respuestas concretas.
La película plantea una interesante crítica social al mencionar la huida de la élite gobernante y el abandono de los más desfavorecidos en la Tierra, aunque deja espacio para que el espectador reflexione sobre sus implicaciones. Del mismo modo, la relación entre Blake y Narvik insinúa una conexión significativa que aporta profundidad a la historia, aunque nunca se define por completo. En última instancia, el filme abre interrogantes sobre el choque entre los sobrevivientes y los colonos de Kepler, la ética de la reproducción en un mundo devastado y la posibilidad de un nuevo comienzo para la humanidad.