Hace 30 años, bastaba una sola escena para saber que estábamos ante una obra maestra legendaria del cine
Sergio Negrete
Sergio Negrete
-Redactor
Mi infancia estuvo repleta de películas de Disney en VHS. Bien podría ser un personaje de 'El diario de Bridget Jones', 'Fleabag' o 'Parks and Recreation'

Fue en 1994, un año donde el cine vivía una especie de revolución creativa que una audiencia asistió a una proyección en el Festival de Cannes sin saber que estaban a punto de vivir uno de los comienzos más inolvidables de la historia del cine.

Hay películas que, desde su primer tráiler o con tan solo ver el póster, sabes que marcarán un antes y un después en el cine. Algunas te sumergen en aventuras con criaturas prehistóricas como Jurassic Park de Steven Spielberg; otras te hacen soltar una lagrimita con historias de amor que se hunden en el Atlántico como Titanic de James Cameron; y unas cuantas más nos llevan hasta la Tierra Media con anillos, elfos y caminatas sin fin como en El Señor de los Anillos de Peter Jackson. Estas han sido cintas que no sólo cumplieron con lo que prometieron: superaron las expectativas y se grabaron con letras doradas en la historia del séptimo arte.

Pero hay un fenómeno cinematográfico aún más poderoso: cuando una película no necesita efectos especiales de millones de dólares, ni criaturas mitológicas, ni barcos colosales para demostrar que será legendaria. Basta una conversación, una escena aparentemente simple, para que el público sienta ese "clic" en el alma. Y fue exactamente eso lo que sucedió hace 30 años, en el siempre glamuroso Festival de Cine de Cannes con una película que pasaría a la historia.

Fue en 1994, un año donde el cine vivía una especie de revolución creativa. A la proyección de una película independiente, con un título raro y dirigido por un tal Quentin Tarantino, que unos pocos conocían por Perros de reserva, asistió una audiencia sin saber que estaban a punto de vivir uno de los comienzos más inolvidables de la historia del cine. ¿La razón? En cuanto apareció la primera escena, todo cambió para siempre.

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Hablamos de esa joya que lleva por nombre Pulp Fiction. Pero más específicamente, de su escena inicial donde aparece pareja sentada en una mesa cualquiera de un restaurante de Los Ángeles, tomando café como si el mundo no se fuera a acabar. Ambos discuten con calma pero con una energía extrañamente magnética sobre las ventajas y desventajas de cometer crímenes. No había persecuciones ni música dramática, sólo dos personajes hablando, algo que bastó para ser legendario.

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El diálogo entre Pumpkin y Honey Bunny, interpretados por Tim Roth y Amanda Plummer, no sólo nos atrapó desde el primer minuto, sino que nos advirtió de que lo que venía sería todo menos convencional. Con una estructura narrativa que desafiaba la lógica lineal y personajes que se volvieron íconos pop de la noche a la mañana, Pulp Fiction no solo se robó Cannes, llevándose la codiciada Palma de Oro, también redefinió el cine de los noventa y de paso, resucitó la carrera de John Travolta.

Tiempos violentos
Tiempos violentos
Fecha de estreno 14 de octubre de 1994 | 2h 29min
Dirigida por Quentin Tarantino
Con John Travolta, Samuel L. Jackson, Uma Thurman
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5,0
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