Ana y Bruno es una de las propuestas más originales que ha dado la animación mexicana en las últimas décadas. Estrenada en el Festival Internacional de Cine de Annecy en 2017, la película dirigida por Carlos Carrera se caracteriza por conjugar mundos fantásticos con temas sensibles como la enfermedad mental, la pérdida y el abandono. Aunque pensada para el público infantil, la complejidad de su narrativa y el peso emocional de su historia la convierten en una experiencia significativa también para los adultos.
Carlos Carrera, reconocido por filmes como El crimen del Padre Amaro y el cortometraje ganador de la Palma de Oro El héroe, regresa a la animación con un proyecto que le tomó varios años concretar. Ana y Bruno adapta la novela Ana de Daniel Emil y nos sitúa en un mundo donde lo real y lo imaginario se entrelazan sin fronteras claras. El director logra retratar con sensibilidad un entorno como el de un hospital psiquiátrico, abordándolo desde una óptica que no infantiliza ni trivializa, pero tampoco recurre al dramatismo innecesario.
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‘Ana y Bruno’: la animación mexicana que desafía los límites de la fantasía infantil
Con un elenco de voces notables (Damián Alcázar, Marina de Tavira, Regina Orozco, Héctor Bonilla y Silverio Palacios) y una dirección artística meticulosa, la película no solo destaca por su propuesta estética, sino por su ambición narrativa. En ella se combinan la ternura de la infancia, los traumas del pasado, la búsqueda de identidad y el valor de la imaginación como herramienta de resistencia. El recorrido de Ana para salvar a su madre se convierte en una metáfora sobre la necesidad de ser escuchados, comprendidos y acompañados en el dolor.
La historia comienza con Ana y sus padres llegando a una mansión cerca del mar, donde su padre se despide abruptamente sin explicaciones. Pronto, Ana descubre que están en realidad en una institución psiquiátrica, y que su madre es una paciente más del lugar. El mundo que se abre ante ella está lleno de criaturas fantásticas: desde un ser verde llamado Bruno hasta piñatas voladoras y relojes con patas. Estas figuras, lejos de ser simples adornos visuales, son proyecciones de las fobias, traumas y esperanzas de los internos.
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Cuando su madre es sometida y recluida en una habitación acolchonada, Ana emprende una travesía épica para encontrar a su padre y rescatarla antes de que la conecten a la llamada “máquina del olvido”, un mecanismo que simboliza el olvido forzado, la negación del dolor y el silenciamiento del trauma. Con la compañía de Bruno, su perro Choco y nuevos aliados como Daniel, un niño ciego, Ana desafía los límites del mundo real y el imaginario en busca de la redención familiar.
Uno de los grandes logros de la película es su capacidad para abordar con sensibilidad el duelo, la enfermedad y el abandono desde la perspectiva infantil sin caer en lugares comunes. La construcción visual de los amigos imaginarios, con diseños que representan fobias específicas, refuerza esa idea de que cada persona lucha con sus propios demonios, visibles o invisibles. Disponible en Amazon Prime Video, Ana y Bruno es una invitación a conversar sobre temas que pocas veces se representan con tanto cuidado y belleza en el cine mexicano.