Antes de convertirse en una estrella global gracias a The Matrix o en ícono de acción con John Wick, Keanu Reeves ya había demostrado su interés por historias complejas y emocionalmente intensas. Durante los años noventa, cuando su fama comenzaba a consolidarse, trabajó con cineastas que desafiaban las convenciones de Hollywood, como Kathryn Bigelow, Francis Ford Coppola y Gus Van Sant.
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La película más exigente de Keanu Reeves lo dejó emocionalmente devastado
Estrenada en 1992 y dirigida por Gus Van Sant, My Own Private Idaho es una adaptación libre y contemporánea de la obra Henry IV de Shakespeare. Con un estilo que oscila entre lo onírico y lo crudo, el filme sigue a dos jóvenes marginados, Mike y Scott, interpretados por River Phoenix y Keanu Reeves, mientras recorren Estados Unidos en busca de una madre ausente y, en el camino, se enfrentan al abandono, la explotación y una compleja relación afectiva.
El personaje de Reeves, Scott Favor, es el hijo rebelde de un alcalde que, por decisión propia, se sumerge en el mundo del trabajo sexual callejero. A su lado, Mike, interpretado por Phoenix, es un joven con narcolepsia y heridas emocionales profundas. La película se mueve entre el realismo sucio y la poesía visual, logrando momentos de una ternura brutal, como el monólogo de Mike junto a una fogata, escrito por el propio Phoenix, considerado hoy uno de los pasajes más conmovedores del cine de los noventa.
Reeves confesó años después que el rodaje de My Own Private Idaho fue emocionalmente abrumador. Venía de interpretar a un personaje completamente distinto en Point Break, y no estaba seguro de poder afrontar la sensibilidad y vulnerabilidad que requería esta nueva historia. “Sentí ansiedad y estaba abrumado por lo que tenía que hacer. Fue como: ‘¡Oh no! ¿Puedo hacer esto?’”, admitió. Sin embargo, bajo la guía de Van Sant y con el apoyo de Phoenix, se entregó por completo al papel.
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El resultado fue una obra íntima y experimental que se desmarca incluso dentro de la propia filmografía de Gus Van Sant, responsable de títulos como Elefante y Mente indomable. En ella, la narrativa se fragmenta, se experimenta con el lenguaje visual y se construye un retrato profundamente humano sobre dos almas heridas que encuentran consuelo momentáneo el uno en el otro. Para el actor de Constantine y A Scanner Darkly, significó no solo un reto actoral, sino una vivencia que lo marcó emocionalmente.
Aunque no fue un éxito comercial masivo, My Own Private Idaho se convirtió en una película de culto, celebrada por su audacia narrativa y por mostrar a un Keanu Reeves lejos del molde del héroe de acción. Su interpretación, contenida pero emocionalmente resonante, ayudó a consolidar su reputación como un actor dispuesto a explorar personajes fuera de lo convencional.