El experimento de ciencia ficción del director de 'Harry Potter' que resultó un fracaso y dejó a Robin Williams en un ridículo vestuario
Luis Fernando Galván
Desde 'El arca rusa' de Aleksander Sokurov hasta 'Museo' de Alonso Ruizpalacios, me encantan las películas que se desarrollan al interior de los museos. Como historiador del arte, me interesa explorar los vínculos que existen entre la pintura y el cine como medios de expresión visual.

Poco antes de ‘La piedra filosofal’, Chris Columbus dirigió una película de ciencia ficción en la que Robin Williams da vida Andrew, un robot con deseos humanos, en un traje metálico que se convirtió en uno de los desafíos más extraños de su carrera.

Chris Columbus llegó a Harry Potter en 2001 para dirigir La piedra filosofal y contaba con un respaldo inesperado: apenas dos años antes había realizado El hombre bicentenario, una película de ciencia ficción que ya mostraba su talento para contar historias sentimentales y llenas de corazón. Aunque no era fantasía pura, el filme seguía la historia de un ser extraordinario intentando encajar en un mundo humano, un tema que Columbus había aprendido a tratar con humor y ternura.

El hombre bicentenario
El hombre bicentenario
Fecha de estreno 17 de diciembre de 1999 | 2h 12min
Dirigida por Chris Columbus
Con Robin Williams, Wendy Crewson, Kiersten Warren
Medios
2,6
Usuarios
3,0

‘El hombre bicentenario’: ética, amor y conciencia robótica

El filme, ambientado en un futuro cercano, combina comedia y drama al contar la historia de Andrew, un robot sirviente que desarrolla un vínculo profundo con la familia para la que cocina, limpia y cuida. Como cualquier ser con conciencia, Andrew desea ser más que una máquina: quiere convertirse en un hombre humano completo. Su travesía se extiende por 200 años, en los que aboga por los derechos de los robots convertidos en humanos y cuestiona conceptos como la conciencia, la inmortalidad y la ética tecnológica.

El viaje de Andrew hacia la humanidad incluye la experiencia del amor y la sexualidad, particularmente con Portia, la nieta de su dueño original. Esta historia de romance poco convencional incluye uno de los besos más extraños de la historia de la ciencia ficción, dado el vínculo familiar cercano y la inocencia torpe de Andrew. La relación plantea preguntas incómodas pero fascinantes sobre los límites del afecto, la identidad y la transformación de lo artificial en humano.

Touchstone Pictures

Antes de que los personajes totalmente generados por CGI fueran comunes en la pantalla, el diseño práctico del robot estuvo a cargo del artista de efectos especiales Steve Johnson. Johnson creó un traje completo plateado, acompañado de una pieza para la cabeza hecha de plástico formado al vacío y espuma de caucho, esculpida para asemejarse de manera inquietante al rostro de Robin Williams. Williams, lejos de rehuir la dificultad, abrazó por completo este pesado y extraño vestuario.

Robin Williams y el traje metálico que lo transformó en robot

El también actor de Mente indomable y Patch Adams insistió en usar personalmente el traje, argumentando que cualquier otra persona bajo el bloque metálico no habría podido transmitir sus características únicas, como su peculiar manera de caminar. Declaró a Las Vegas Sun que fue necesario adaptar toda la ingeniería del traje a su cuerpo para que el personaje de Andrew conservara la autenticidad del actor. Ningún efecto digital podría recrear la chispa humana que Williams aportaba al robot en cada escena.

Touchstone Pictures

El vestuario influyó directamente en la manera de moverse y percibir del actor. Williams, aplicando su entrenamiento en Juilliard, logró encarnar a Andrew dentro del traje, limitado en visión y movilidad. Explicó que la restricción de movimiento le permitió experimentar el mundo como lo haría un robot: escanear el espacio, calcular los obstáculos y ejecutar acciones de manera metódica, como un verdadero organismo mecánico. Esta inmersión total fue clave para dar vida a un personaje que, bajo su fría apariencia metálica, mostraba emociones y curiosidad genuinas.

A más de 25 años de su estreno, El hombre bicentenario sigue siendo recordada más por la dedicación y el talento de Robin Williams que por su éxito comercial, que fue limitado. La película, aunque un fracaso en taquilla, demuestra cómo la estrella logró transmitir calidez, humor y humanidad desde detrás de una armadura fría, metálica y, para algunos, ridícula. Más allá de su recepción, el filme se convierte en un testimonio del compromiso del actor con su arte y del riesgo creativo que representa llevar un concepto de ciencia ficción tan ambicioso a la pantalla grande.

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