Cuando hablamos del universo de El Conjuro, lo primero que viene a la mente es la pareja de investigadores paranormales más famosa del cine: Ed y Lorraine Warren, interpretados por Patrick Wilson y Vera Farmiga. Entre muñecas malditas, casas embrujadas y demonios que parecen sacados de la peor pesadilla, la franquicia creada por James Wan se ha convertido en un referente del terror moderno. Pero lo que muchos olvidan es que, detrás de estos dos cazadores de espíritus, había alguien más viviendo bajo el mismo techo: su hija Judy.
Y no, Judy no era "una niña normal". Crecer en una casa donde el sótano funcionaba como museo de objetos malditos suena como el escenario de una película de terror en sí misma. Muñecos que supuestamente estaban poseídos, crucifijos colgando en cada esquina y visitas de personas desesperadas buscando ayuda, todo eso formaba parte de su vida cotidiana. Mientras otros niños jugaban a las escondidas, Judy tenía que aprender a convivir con energías que desafiaban toda lógica.
Una infancia nada común
En los últimos meses, la historia de Judy ha vuelto a sonar con fuerza gracias a El Conjuro 4: Últimos ritos. La película, que cierra la saga principal, ha despertado la curiosidad de los fans sobre qué fue de la hija de los Warren y cómo vivió rodeada de todo lo que sus padres enfrentaban. Aunque Judy siempre intentó mantener un perfil bajo, su historia es tan interesante como las de las películas que inspiraron sus padres.
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Judy nació en 1946 y desde pequeña supo que su vida sería distinta. No es que lo eligiera: simplemente le tocó crecer en un hogar en el que lo sobrenatural era el pan de cada día. Lorraine aseguraba tener habilidades psíquicas y Ed era uno de los pocos demonólogos reconocidos por la Iglesia. Con ese entorno, es lógico pensar que Judy no jugaba con muñecas como cualquier niña porque ya había una llamada Annabelle en casa.
El legado que nunca pidió
Con el paso de los años, Judy trató de alejarse del ojo público y de los casos más mediáticos de sus padres. Sin embargo, era imposible desvincularse por completo. Su historia siempre estuvo ligada a la de los Warren, aunque ella no se dedicara a lo mismo. Lo que sí heredó fue la necesidad de proteger ese legado, y junto a su esposo, Tony Spera, se encargó de mantener el museo de objetos paranormales en Connecticut.
Paloma & Nacho
Tony, que además de ser su pareja se convirtió en aprendiz de Ed, asumió gran parte de esa labor. Él mismo ha contado que Judy es una mujer muy espiritual, pero también mucho más reservada que sus padres. No busca titulares ni entrevistas, sino preservar lo que construyeron Lorraine y Ed, incluso cuando el escepticismo del público y las críticas no les dieron tregua.
El enigma continúa
Hoy en día, Judy Warren vive alejada de los reflectores. Prefiere que la atención siga en la obra de sus padres y no tanto en ella. Sin embargo, los fans nunca han dejado de preguntarse cómo es realmente ser la hija de Ed y Lorraine.
Fotogramas
Lo cierto es que Judy representa esa parte silenciosa del legado de los Warren. No es la que cazaba fantasmas ni la que aparecía en las conferencias, pero sí la que cargó con el peso de crecer en medio de un mundo que mezclaba fe, miedo y lo inexplicable.