En Hollywood, los procesos de casting suelen estar marcados por la apariencia física y por la forma en que productores y ejecutivos visualizan a los actores en determinados roles. Clint Eastwood, con su rudeza natural y su aura áspera, se benefició de ello cuando su nombre apareció junto al de Robert Redford para un papel que marcaría época.
Aunque reducir a Eastwood a solo su físico sería injusto, lo cierto es que sus facciones duras, la mirada impenetrable y un carisma agreste le convirtieron en una figura magnética para las audiencias. No en vano Quentin Tarantino lo definió alguna vez como “el tipo más sexy de la historia del cine”. Su atractivo iba más allá de la belleza convencional, transmitiendo fuerza y autenticidad.
Clint Eastwood, el atractivo rudo que conquistó a los estudios y a la audiencia
Por su parte, Robert Redford representaba la contraparte: un actor de atractivo clásico, cuya imagen pulida de galán de matiné le abrió y cerró puertas en igual medida. El propio Redford buscó durante su carrera romper con la etiqueta de “cara bonita”, rechazando papeles que solo explotaban su físico. Sin embargo, para los estudios, ese brillo hollywoodense le restaba credibilidad para encarnar personajes más terrenales.
El caso concreto se dio con Los puentes de Madison, adaptación de la novela de Robert James Waller. Steven Spielberg compró los derechos incluso antes de que se publicara el libro y planeaba dirigir la película, delegando en un inicio la dirección a Sydney Pollack, gran amigo y colaborador habitual de Redford. Esa conexión alimentó los rumores de que el actor sería el elegido para el papel del fotógrafo Robert Kincaid.
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Sin embargo, cuando Clint Eastwood mostró interés en el proyecto, todo cambió. Spielberg incluso consideró dirigir la cinta tras La lista de Schindler, pero finalmente se apartó y cedió el camino a Eastwood, quien decidió dirigir y protagonizar la película. Además, fue él quien insistió en tener a Meryl Streep como coprotagonista, decisión que le valió a la actriz otra nominación al Oscar.
Warner Bros.
El peso de la apariencia: Hollywood y los estándares de belleza
Los ejecutivos de Warner Bros no tardaron en dejar clara su postura: Redford no encajaba. Un directivo declaró a Entertainment Weekly que el actor de Todos los hombres del presidente y Todo está perdido era visto como un ídolo de matiné, demasiado sofisticado para el papel, mientras que el actor de Los imperdonables y Gran Torino ofrecía un aire más crudo, con el filo que necesitaba la historia. Esa visión fue la que terminó inclinando la balanza.
El resultado fue un acierto indiscutible. Los puentes de Madison se convirtió en un éxito de crítica y taquilla, y mostró a un Eastwood maduro, vulnerable y convincente en un rol romántico que pocos esperaban de él. Lo que parecía una apuesta arriesgada se consolidó como una de las grandes interpretaciones de su carrera, mientras que Redford quedó como el gran ausente de una historia que podría haber sido muy distinta.