El cine de animación ha demostrado a lo largo de su historia que no solo está destinado al público infantil, sino que puede explorar temáticas profundas y universales. Desde los clásicos de Disney, que sentaron las bases de la narrativa animada en Occidente, hasta las joyas de Pixar como Up: una aventura de altura, Wall-E o Turning Red, capaces de conmover con historias que entrelazan emoción y filosofía, la animación ha logrado consolidarse como un lenguaje artístico completo. Al mismo tiempo, Studio Ghibli en Japón aportó una mirada única con títulos como El viaje de Chihiro y La princesa Mononoke, que colocaron en el centro la relación entre lo humano y lo natural.
Esta joya irlandesa es una de las películas animadas más bellas del siglo XXI
En el siglo XXI, un estudio irlandés irrumpió en la escena internacional con una propuesta estética y narrativa muy particular: Cartoon Saloon. Con películas como The Secret of Kells y Song of the Sea, el estudio se posicionó como heredero del legado poético y mágico del anime japonés, pero desde una perspectiva celta y europea. Su estilo visual, inspirado en los manuscritos medievales y el folclore irlandés, pronto se convirtió en su sello inconfundible. En ese contexto nació Wolfwalkers, considerada una de las películas animadas más hermosas y complejas de la última década.
Cartoon Saloon
Estrenada en 2020, Wolfwalkers nos transporta a la Irlanda del siglo XVII, durante la ocupación inglesa bajo Oliver Cromwell. La trama sigue a Bill Goodfellowe, un cazador contratado para eliminar a los lobos que habitan los bosques cercanos a la ciudad, y a su hija Robyn, quien anhela seguir los pasos de su padre. Sin embargo, lo que parece una simple misión pronto se transforma en un viaje hacia lo desconocido cuando Robyn descubre la existencia de los Wolfwalkers, seres míticos capaces de transformarse en lobos y comunicarse con la manada.
La relación entre Robyn y Mebh, una niña que vive en el bosque y que resulta ser una Wolfwalker, se convierte en el corazón de la historia. Entre ambas surge una amistad intensa que pone en tensión dos mundos: la civilización, representada por la ciudad fortificada y la autoridad colonial, y la naturaleza, que aparece como un espacio libre, espiritual y lleno de magia. Esa dualidad recuerda a las grandes narrativas de Studio Ghibli, pero aquí se nutre de un trasfondo histórico ligado al conflicto entre los ingleses y el pueblo irlandés.
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Visualmente, Wolfwalkers es un festín para los sentidos. Cada fotograma parece salido de un libro ilustrado antiguo, con trazos vibrantes y un estilo que combina lo artesanal con lo onírico. La ciudad se presenta rígida, con líneas rectas y colores apagados, mientras que el bosque estalla en formas curvas y colores luminosos que transmiten vitalidad. La animación alcanza su punto más experimental en las secuencias de “visión de lobo”, donde el espectador observa el mundo a través de los ojos de las criaturas, en un juego visual que intensifica la inmersión narrativa.
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Wolfwalkers: la película animada que combina historia, mitología, magia y naturaleza
Más allá de su belleza formal, la película se destaca por el modo en que aborda la relación entre el ser humano y la naturaleza. Robyn, atrapada entre la obediencia a su padre y su deseo de libertad, encarna el dilema de elegir entre la sumisión a las normas sociales o la comunión con lo salvaje. El mensaje ecológico y espiritual resulta atemporal: la naturaleza no debe ser conquistada, sino respetada, un discurso que conecta tanto con la historia irlandesa como con los problemas medioambientales contemporáneos.
El filme también se atreve a explorar temas como la intolerancia, el miedo a lo desconocido y la violencia impuesta por el poder colonial. Cromwell y los habitantes de la ciudad representan la visión de lo salvaje como algo demoníaco, mientras que los Wolfwalkers ofrecen una mirada alternativa, donde la diferencia se convierte en un espacio de riqueza y transformación. Esta perspectiva revisionista convierte a la película en un relato político y cultural con gran fuerza simbólica.