En el mundo del cine animado hay producciones que se sienten eternas, no porque sean largas, sino porque dejaron huella en nuestra memoria. Ahí tenemos a Buscando a Nemo, que nos enseñó a nunca rendirnos, o Los Increíbles, que nos recordó que la familia puede ser un súperpoder. También podríamos hablar de series como Monsters at Work o Cars: Aventuras en el camino, que expanden ambos universos que amamos desde niños. Todas estas historias tienen algo en común: lograron volverse parte de nuestra vida cotidiana, con frases y personajes imposibles de olvidar.
Pero si hablamos de clásicos, hay una que siempre encabeza la lista. Una película que no necesitó de más de una hora y 16 minutos para crear un mundo entero lleno de aventuras, humor y mucha emoción. Aunque hoy estamos acostumbrados a películas de dos horas o más, en los 90 Pixar nos sorprendió con una cinta que, en apenas 76 minutos, logró cambiar para siempre la forma en la que veíamos la animación.
76 minutos de pura magia
Con un presupuesto de apenas 30 millones de dólares, Pixar entregó Toy Story, una joya que recaudó más de 370 millones en taquilla y se convirtió en un parteaguas de la animación. Desde entonces, nada volvió a ser igual. Y de hecho, la brevedad de Toy Story fue una de las claves de su éxito.
Pixar
En esos 76 minutos pasan más cosas que en muchas películas de dos horas: el inicio de la rivalidad entre Woody y Buzz, las aventuras para regresar con Andy, los encuentros con juguetes rotos y aterradores en la casa de Sid, y por supuesto, el inolvidable clímax con el cohete y el camión en movimiento.
Lo sorprendente es que no sobra ni falta nada. Cada escena está pensada para avanzar la trama, cada diálogo tiene chispa y cada detalle visual cuenta algo. Es una película compacta que no pierde tiempo y que, aun así, transmite una carga emocional enorme.
La nostalgia que nunca muere
Más de 25 años después, volver a ver Toy Story es regresar a la infancia. Esa sensación de jugar con tus propios muñecos y creer que cobraban vida cuando dabas la espalda sigue intacta. La película no solo revolucionó la animación, también se metió en nuestro corazón de una forma que pocas producciones han conseguido.
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Lo que comenzó como una película de 76 minutos se transformó en una de las franquicias más queridas del cine. Toy Story 2, Toy Story 3 y Toy Story 4 expandieron el universo y llevaron la historia a niveles emocionales que nos hicieron llorar en la sala de cine. ¿Lo mejor? La historia aún no termina y la quinta entrega ya viene en camino.
Hoy, cuando las películas suelen durar dos horas y media y los universos cinematográficos están por todos lados, Toy Story se siente como un recordatorio de que la magia no depende de la duración, sino de la historia. 76 minutos bastaron para hacer historia y para demostrar que Pixar estaba destinado a cambiar la industria.