Durante los años 90, Hollywood se atrevió a revivir el viejo Oeste. Aunque muchos pensaban que los westerns ya eran cosa del pasado, de vez en cuando aparecía una película que recordaba por qué ese género seguía teniendo tanto encanto. Los imperdonables de Clint Eastwood, demostró que todavía era posible hacer un western con profundidad moral y violencia elegante; mientras que Danza con lobos de Kevin Costner, le dio una mirada épica y más sensible a una era de pistoleros y forajidos.
Pero entre esas producciones serias y reflexivas, hubo una película que decidió hacerlo todo a su manera: más entretenida, más carismática y con un elenco tan impresionante que parecía imposible no disfrutarla. Una cinta que trajo de vuelta los duelos al amanecer, el polvo del desierto y las frases de antología.
El western que nadie pidió… pero todos necesitaban
En 1993, Tombstone fue el western que reunió a Kurt Russell, Val Kilmer, Sam Elliott y Bill Paxton para contar una de las historias más legendarias del Lejano Oeste: el enfrentamiento en el O.K. Corral. Cuando se anunció la cinta, pocos creían que tuviera posibilidades de destacar. ¿La razón? western no estaba de moda, y los estudios preferían apostar por cintas futuristas o comedias familiares.
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Pero los productores querían recuperar ese espíritu clásico de las películas de John Ford o Howard Hawks, aunque con un aire más contemporáneo. El resultado fue una cinta que mezcló la épica del pasado con la acción de los 90.
La historia gira en torno a Wyatt Earp (Russell), un exsheriff que decide mudarse con sus hermanos Virgil (Elliott) y Morgan (Paxton) al pueblo de Tombstone, Arizona, con la esperanza de llevar una vida tranquila. Sin embargo, su sueño se rompe cuando un grupo de forajidos conocido como "Los Cowboys" comienza a sembrar el caos.
El regreso triunfal del Viejo Oeste
Uno de las grandes aciertos de Tombstone fue que no intentó modernizar el western de manera forzada. No hubieron discursos innecesarios ni reinterpretaciones pretenciosas, sino que fue una carta de amor directa al género, con todo lo que lo hace grandioso: duelos bajo el sol, miradas tensas, villanos crueles y héroes que no necesitan muchas palabras.
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Visualmente, la película fue espectacular. Los paisajes desérticos, el vestuario y la música ceraron una atmósfera auténtica y elegante. Cada detalle estuvo cuidado, y aunque el rodaje tuvo problemas, incluido el despido de su primer director, Kevin Jarre, el resultado final fue sorprendentemente sólido.
Curiosamente, Tombstone se estrenó casi al mismo tiempo que Wyatt Earp, dirigida y protagonizada por Kevin Costner, que también contaba la misma historia. Sin embargo, mientras Costner apostó por un tono más solemne y extenso, Tombstone ofreció un ritmo más ágil, divertido y lleno de personalidad.
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El público respondió con entusiasmo. Aunque no rompió récords de taquilla, la película fue ganando seguidores poco a poco, hasta convertirse en una obra de culto. Con el tiempo, muchos críticos y espectadores la colocaron en el mismo nivel que los grandes westerns de todos los tiempos.