Algunas películas envejecen como el vino. Pasan los años, cambian las modas, los estilos y los formatos pero ellas siguen ahí, intactas, con el mismo poder que el día en que llegaron a las pantallas. Y cuando un actor tan exigente como Cillian Murphy, protagonista de Exterminio, ganador del Oscar por Oppenheimer y uno de los intérpretes más respetados del cine actual, elogia un título sin reservas, vale la pena buscarla y mirarla.
Fue en una reciente con Kobini que el actor irlandés habló de esas películas que lo marcaron como espectador y como artista. Murphy no mencionó grandes blockbusters ni clásicos evidentes, sino una cinta cruda, rabiosa y profundamente humana que retrata con brutal honestidad la rabia de una generación.
Una bomba de blanco y negro
Tres décadas después de su estreno El odio sigue fascinando por su temática. Para Cillian Murphy es una obra maestra atemporal que, según él, "no ha envejecido un solo día" porque sigue hablando de lo mismo que vemos hoy: desigualdad, frustración y jóvenes que sienten que el sistema les ha dado la espalda.
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Dirigida por Mathieu Kassovitz, El odio se estrenó en 1995 y fue un golpe directo al estómago del público francés. Rodada en blanco y negro, contaba 24 horas en la vida de tres jóvenes, Vinz, Saïd y Hubert, que viven en un suburbio marginado de París tras una noche de disturbios provocada por un acto de brutalidad policial.
Sin héroes ni villanos, sólo existe una tensión constante que crece con cada minuto. La película explora el enojo, la impotencia y la falta de rumbo de toda una generación atrapada en un ciclo de violencia y abandono.
Un retrato que no pasa de moda
Lo más sorprendente de El odio es que, a pesar de tener casi 30 años, sus temas siguen tan presentes como entonces. "Les enseñé esta película a mis hijos hace poco. (...) Quedaron completamente impresionados", confesó el actor sobre cómo una historia de hace tres década sigue tan vigente como siempre, desafortunadamente.
MUBI
"La vi cuando en 1995, ni siquiera era actor. Tenía una camiseta y todo (...) Estaba completamente obsesionado", contó acerca de cómo la cinta francesa dejó un impacto en él que sigue presente y es una lección de cómo hacer cine con propósito.
Un espejo del presente
Treinta años después, El odio sigue proyectándose en festivales y universidades, y continúa inspirando a cineastas y actores de todo el mundo. Su estilo directo, su ritmo casi documental y su honestidad emocional la convirtieron en un referente no sólo del cine francés, sino del cine social moderno.
La película ganó el Premio a la Mejor Dirección en Cannes en 1995, y Kassovitz se convirtió en una voz esencial del cine europeo. Pero más allá de los premios, lo que ha mantenido viva a la película es su capacidad para seguir incomodando.