En 1993, Steven Spielberg dirigió La lista de Schindler, una cinta que transformó su carrera, su forma de ver el cine y, según él mismo ha dicho, su relación con la fe y la humanidad. Hasta entonces, Spielberg era conocido por crear mundos fantásticos, de E.T., el extraterrestre a Jurassic Park, pero con La lista de Schindler entregó algo completamente distinto: una mirada cruda y profundamente humana sobre el Holocausto.
Rodada en blanco y negro, y filmada en locaciones reales de Polonia, la película se convirtió en un testimonio cinematográfico del horror y de la esperanza, en una historia que no se olvida fácilmente. Ganó siete premios Oscar, incluyendo Mejor Película y Mejor Director, pero más allá de los reconocimientos, la experiencia dejó una huella imborrable en todos los que participaron en ella. Y hubo un momento durante el rodaje que demostró que, a veces, el terror puede traspasar la pantalla.
El encuentro que nadie esperaba
Mientras filmaban en Polonia, Spielberg organizó una reunión muy especial. Quería que algunos sobrevivientes reales del Holocausto conocieran a los actores que interpretaban sus historias o a figuras que habían existido realmente.
20 minutos
Fue así como el director presentó a Mila Pfefferberg, una mujer que había sobrevivido al campo de concentración de Plaszów, al actor Ralph Fiennes, quien en ese momento estaba caracterizado como Amon Göth, el comandante nazi que ella había conocido en la vida real. El parecido era tan aterrador que lo que ocurrió después quedó grabado en la memoria de todos.
Apenas Mila lo vio con el uniforme, comenzó a temblar. No podía dejar de mirar a Fiennes, y en cuestión de segundos, rompió a llorar sin poder controlarse. Spielberg y el propio actor trataron de tranquilizarla, pero fue inútil. La mujer estaba reviviendo el miedo más profundo de su pasado.
Cuando el miedo volvió a sentirse real
Según contó después, "por un instante, el miedo volvió a sentirse real". Ralph Fiennes quedó conmocionado. Años más tarde diría que ese encuentro cambió por completo su forma de entender al personaje. Ya no era solo un papel: era una representación de un monstruo real, de alguien que había destruido vidas.
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Para interpretar a Amon Göth, Fiennes aumentó alrededor de 12 kilos, siguiendo las instrucciones del propio Spielberg, quien quería que se pareciera físicamente al verdadero comandante. Su actuación fue tan perturbadora y precisa que le valió una nominación al Oscar a Mejor Actor de Reparto y lo convirtió en uno de los villanos más recordados del cine.
Cuando el cine toca la realidad
La historia de Mila Pfefferberg y Ralph Fiennes es una de esas anécdotas que recuerdan el poder emocional del cine. La lista de Schindler no sólo recreó un episodio histórico, sino que revivió heridas que aún no cerraban.
Quizá por eso, tres décadas después, sigue siendo una película imposible de olvidar. Porque más allá de los premios, los reconocimientos y la técnica, La lista de Schindler nos recuerda que el cine puede hacer visible lo que el mundo quiso enterrar.