En el vasto universo del cine fantástico, pocos nombres brillan con tanta fuerza como el de Guillermo del Toro. Director, guionista y productor, su obra ha logrado reconciliar lo monstruoso con lo poético, lo macabro con lo profundamente humano. Desde El laberinto del fauno hasta La forma del agua, su cine ha sido un refugio para los marginados y una reflexión sobre la belleza que habita en lo extraño. Pero más allá de su trabajo detrás de la cámara, del Toro se ha convertido también en una figura esencial para el impulso de nuevas generaciones de artistas que encuentran en él no solo una inspiración, sino un auténtico mecenas contemporáneo.
Su compromiso con la formación de jóvenes talentos ha quedado plasmado en las becas internacionales que otorga para que estudiantes mexicanos puedan formarse en animación y narrativa visual. Además, su apoyo a proyectos como el estudio mexicano Cinema Fantasma (responsable de Soy Frankelda) demuestra su interés en fortalecer una comunidad creativa que explore lo fantástico desde una perspectiva latinoamericana, artesanal y profundamente emocional.
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De los libros prohibidos al cine: la oscura adaptación de Guillermo del Toro
Ese mismo espíritu de mentor lo llevó a escribir el guion y producir, en 2019, Historias de miedo para contar en la oscuridad, una película dirigida por André Øvredal y basada en la polémica colección literaria infantil de Alvin Schwartz. Aunque el título no lleva su firma como director, su presencia creativa es innegable. Con una estética oscura, melancólica y cargada de simbolismo, la cinta rinde homenaje a un terror que nace de la inocencia corrompida, del miedo como extensión del dolor y de la imaginación como herramienta de resistencia.
Historias de miedo para contar en la oscuridad transcurre en el pueblo ficticio de Mill Valley, Pennsylvania, en 1968. Mientras Estados Unidos se ve sacudido por la Guerra de Vietnam y un clima de incertidumbre política, una joven llamada Stella (Zoe Colletti) encuentra refugio en la escritura. Junto a sus amigos Auggie (Gabriel Rush) y Chuck (Austin Zajur), se adentra en una mansión abandonada durante la noche de Halloween. Allí, entre sombras y leyendas locales, descubren el libro maldito de Sarah Bellows, una mujer acusada de cometer crímenes atroces contra niños. Sin saberlo, los jóvenes despiertan una fuerza oscura que convierte sus temores en relatos reales y sangrientos.
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Guillermo del Toro y el oscuro legado de ‘Historias de miedo para contar en la oscuridad’
La película recupera el espíritu de los libros originales de Schwartz, cuyas ilustraciones de Stephen Gammell marcaron a generaciones enteras. Publicadas entre 1981 y 1991, estas historias fueron tan inquietantes que llegaron a prohibirse en numerosas bibliotecas de Estados Unidos. No obstante, para quienes crecieron con ellas, los cuentos se convirtieron en una puerta de entrada al terror más genuino. Del Toro y Øvredal entendieron perfectamente esa dualidad: el placer y el peligro de asomarse a la oscuridad siendo niño.
Las criaturas que emergen del libro son tan diversas como inquietantes: un espantapájaros asesino, una mujer pálida de sonrisa perversa y un cadáver que se recompone con paciencia escalofriante. Øvredal, con el respaldo artístico de del Toro, evita el exceso de sangre y opta por un horror más atmosférico y corporal, uno que se insinúa antes de revelarse por completo.
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Antes de Frankenstein, del Toro ya había explorado la relación entre el miedo y la ternura, entre la infancia y el horror. Su intervención en esta película no solo reafirma su papel como uno de los grandes arquitectos del cine fantástico contemporáneo, sino también como un guardián de las historias que enseñan a mirar el abismo sin dejar de creer en la belleza.