A lo largo de las décadas, las películas de muertos vivientes han evolucionado al ritmo del terror moderno, explorando tanto el horror puro como la sátira y la acción frenética. Desde La noche de los muertos vivientes, el clásico de George A. Romero, que estableció las bases del cine zombi, hasta Exterminio de Danny Boyle, que introdujo zombis veloces y un enfoque apocalíptico más realista, el género ha sabido reinventarse.
La salvaje película de zombis que no te dejará respirar: furia, sangre y caos en Netflix
Ahora, una nueva propuesta ha llegado a Netflix para recordar que el género puede seguir siendo cruel, frenético y divertido. El elixir de la inmortalidad, dirigida por el prolífico cineasta indonesio Kimo Stamboel, apuesta por el caos total que incluye zombis que corren a toda velocidad, personajes que toman decisiones incomprensibles y litros de sangre que parecen no tener fin.
La ecuación es tan simple como contundente: zombis rápidos más personas lentas es igual a una carnicería asegurada. Pero aquí lo “lento” no es físico, sino mental, porque la película parece empeñada en mostrar a sus protagonistas tomando la peor decisión posible en el peor momento. Mientras tanto, el presupuesto se invierte en maquillaje salvaje, lentillas grotescas, montañas de vísceras y acción incesante que hará gritar al espectador, ya sea de horror o desesperación.
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Familia, ambición y errores que se pagan con sangre en ‘El elixir de la inmortalidad’
La historia se sitúa en una rural Indonesia donde la empresa farmacéutica Wani Waras desarrolla un elixir experimental capaz de rejuvenecer a cualquier persona. Ignorando las regulaciones sanitarias, su CEO Sadimin prueba el producto y rejuvenece milagrosamente. Su familia lo celebra, aunque con tensiones internas: la fortuna en juego podría cambiarlo todo, incluso permitir a su hija Kenes escapar de un matrimonio infeliz.
Pero la alegría dura poco. La pócima tiene un efecto secundario sumamente inconveniente ya que convierte al consumidor en un zombi caníbal, de ojos amarillentos, piel cubierta de llagas y movimientos crujientes que hacen rechinar los huesos. Sadimin muerde a su personal y desencadena una infección que se expande con rapidez, incluida una secuencia tan retorcida como efectiva durante una fiesta de circuncisión donde el caos se vuelve imparable.
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El filme no se conforma con repetir los clichés del subgénero. Su variación más creativa consiste en que los zombis se calman temporalmente cuando llueve, una suerte de pausa sin explicación que funciona como alivio momentáneo para los personajes y para el público. Además, su puesta en escena brilla con momentos de acción frenética y cámaras que se sumergen en una coreografía brutal alrededor de los infectados.
El gran defecto radica en que los personajes parecen diseñados para correr hacia el peligro en lugar de evitarlo. Esta falta de inteligencia resta tensión y apego emocional al espectador, que muchas veces podría preferir que los gritos terminen cuanto antes. Aun así, quienes busquen entretenimiento sangriento, escenas frenéticas y zombis imparables encontrarán en El elixir de la inmortalidad una propuesta salvaje y excesiva que se disfruta precisamente por sus defectos.