En el cine de terror, las secuelas suelen cargar con una maldición peor que cualquier demonio: la de no estar a la altura del original. Ahí están La profecía II, Poltergeist III o El proyecto de la bruja de Blair 2, que intentaron replicar el éxito de sus predecesoras y terminaron en el olvido.
Porque si algo han aprendido los fans del género, es que no hay nada más peligroso que tocar un clásico. Pero, de vez en cuando, surge una historia diferente: una película que fue odiada, rechazada y ridiculizada en su momento y que con el paso del tiempo comienza a despertar una extraña admiración.
Ese es el caso de una de las secuelas más infames, y a la vez más fascinantes, del cine de terror. Y lo más curioso de todo es que Martin Scorsese la adora.
La secuela maldita que no todos entendieron
En 1973, El exorcista marcó un antes y un después en la historia del cine. Fue tan aterradora, tan intensa, que redefinió lo que podía hacer el género. Así que cuando se anunció su continuación, las expectativas eran altísimas. Pero en 1977 llegó El exorcista II: El hereje, y todo se vino abajo.
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El público la recibió con desconcierto, los críticos la destrozaron y hasta los fans más fieles la consideraron un sacrilegio. Con un tono más filosófico que aterrador y un enfoque casi místico sobre el bien y el mal, la película fue un fracaso rotundo en taquilla. Muchos la llamaron incomprensible y ridícula.
Sin embargo, con el paso de los años, la cinta empezó a atraer un culto silencioso. Y entre sus defensores más inesperados, apareció nada menos que Martin Scorsese.
Scorsese, el defensor
El mismísimo director de Taxi Driver y Los asesino de la luna confesó que El exorcista II: El hereje le asustó más que la original. En entrevistas, Scorsese sintió que la cinta había "superado" la película original que lo había "asustado muchísimo" y afirmó que "merecía algo mejor de lo que recibió".
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Según él, el director John Boorman apostó por una visión poética y existencial del mal, algo que rompía por completo con las convenciones del género. En lugar de repetir la fórmula del miedo visceral, El hereje quiso hablar sobre la fe, la redención y la conexión entre el espíritu humano y lo desconocido. Y aunque eso confundió a medio mundo en 1977, hoy se siente como una película adelantada a su tiempo.
Del desastre al culto
Con el paso de las décadas, El exorcista II se ha convertido en una especie de "joya maldita". Muchos cinéfilos, y algunos cineastas, han empezado a revalorizarla por su ambición estética, su música hipnótica de Ennio Morricone y su fotografía onírica.
Y aunque sigue siendo rara, excesiva y a ratos caótica, también profundamente fascinante. Es de esas películas que no se pueden comparar con nada más. Si bien no logró ser el fenómeno de su antecesora, dejó algo que pocos logran: una identidad propia, imperfecta pero inolvidable.