Hay películas que no sólo pasan por la historia del cine, sino que la sacuden. Blade Runner, con un Harrison Ford que caminaba entre luces de neón, lluvia perpetua y androides, redefinió para siempre cómo imaginamos el futuro. Su mezcla de melancolía, estética cyberpunk y dudas existenciales nos dejó pensando durante años: ¿qué demonios significa realmente ser humano?
Y luego llegó su secuela con Ryan Gosling con Blade Runner 2049, que no sólo honró la original, sino que clavó el dedo aún más profundo en la herida. Más preguntas, más caos emocional y atmósferas más densas. Ambas cintas compartían un tema que, aunque suene a ciencia ficción, toca fibras muy reales: la identidad, la manipulación genética y esa eterna obsesión por fabricar seres "superiores".
Cuando la ciencia quiere jugar a ser Dios
A partir de ahí, Hollywood encontró una mina de ideas: ¿qué pasaría si se podía crear vida casi perfecta? ¿Diseñar bebés desde cero? ¿Clasificar personas como si fueran productos de catálogo? No es casualidad que surgieran historias donde la genética se convierte en una especie de moneda social.
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En ese universo de dilemas éticos y paranoia futurista nació una película que tomó el tema y lo llevó a un terreno mucho más íntimo, casi doloroso. Una historia que no necesita androides corriendo por la ciudad para generar tensión. Esa cinta es Gattaca: experimento genético, una pequeña joya noventera que sigue resonando con fuerza entre los fans de la ciencia ficción.
Un futuro no tan lejano… y bastante incómodo
En esta historia, la humanidad se divide de una manera brutal. No por dinero, estatus o lugar de nacimiento, sino por algo muchísimo más íntimo: el ADN. Desde que naces, un análisis determina qué puedes llegar a ser. Si eres "perfecto", tienes el mundo en la palma de la mano. Si no, te toca sobrevivir con trabajos mal pagados y la sensación de que nunca serás suficiente.
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Vincent Freeman cae justo en esa segunda categoría. Su genética lo señala como "defectuoso", aunque en realidad sólo es humano. Interpretado por Ethan Hawke, Vincent sólo quiere llegar al espacio pero eso es para unos pocos. Así que decide hacer lo impensable: adopta la identidad de Jerome Morrow (Jude Law) un sujeto genéticamente impecable pero ahora parapléjico tras un accidente.
Mentiras y un sueño que no se rinde
Para sostener la farsa, Vincent recibe asesoría profesional, entrenamientos ridículos y lecciones para burlar cada análisis biométrico, desde orina hasta células de piel. Todo para encajar en un mundo donde la genética vale más que el talento. Es una lucha constante, agotadora, pero también emocionante. Cada día podría ser el último antes de que lo descubran.
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Y cuando por fin está a nada de cumplir su sueño, ocurre lo impensable: alguien asesina al director del programa. La policía comienza una investigación minuciosa y lo peor es que encuentran rastros biológicos del verdadero Vincent. A partir de ese momento, todo se convierte en una carrera contra el tiempo.
Gattaca: experimento genético no sólo es un thriller futurista. Es una reflexión poderosa sobre cómo valoramos a las personas y qué significa realmente la perfección. La cinta plantea algo incómodo: ¿qué pasaría si dejáramos de creer en el esfuerzo y solo confiáramos en el diseño genético?