Hay series que no solo se ven: se viven. Breaking Bad es el mejor ejemplo. Bryan Cranston como Walter White marcó a una generación completa de espectadores que, semana tras semana, se preguntaban hasta dónde podía caer un hombre que, en teoría, solo quería proteger a su familia. Fue una montaña rusa moral, emocional y narrativa que dejó la vara altísima para todo lo que vino después.
Y aunque Better Call Saul es un spin-off brillante, una joya por sí misma, incluso con eso, muchos fans quedaron con ese huequito incómodo. Muchos han pensado si es que puede existir otra serie pueda darles ese mismo nivel de tensión, decisiones terribles, dilemas morales y crimen inteligente. La respuesta, por suerte, está en el catálogo de Netflix.
Un hombre común… con un trabajo nada común
Esa serie es Ozark, el thriller de crimen que se convirtió en una de las joyas más oscuras del catálogo de Netflix. La historia sigue a Marty Byrde, un asesor financiero de Chicago que, a simple vista, vive una vida normal. Un poco aburrida, incluso. Está casado con Wendy, tiene dos hijos adolescentes, Charlotte y Jonah, y trabaja en una firma importante que maneja cuentas millonarias.
Pero detrás de ese perfil de hombre tranquilo se esconde un detalle que podría complicarlo todo: Marty también trabaja como contador de un cartel de drogas mexicano. Su talento con los números es tal que se ha convertido en la pieza clave para lavar millones sin levantar sospechas. El problema es que, como en toda historia con criminales, las cosas salen mal.
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Tras un incidente que lo pone en la mira de uno de los capos más peligrosos del cartel, Marty toma una decisión desesperada para salvar su vida y la de su familia: mudarse de inmediato al pequeño pueblo turístico de Ozark, en Missouri. ¿Por qué Ozark? Porque promete algo que el cartel necesita: la posibilidad de lavar una enorme cantidad de dinero en muy poco tiempo.
Lo que sigue es una carrera contrarreloj donde Marty intenta mantener a su familia a salvo mientras administra restaurantes, casinos, muelles y cualquier negocio que pueda ayudarlo a blanquear dinero sin llamar la atención de la policía o de los criminales. Por supuesto, nunca es tan fácil como suena.
Ozark: donde nadie es completamente bueno ni completamente malo
La serie creada por Bill Dubuque no juega con medias tintas. Cada personaje está lleno de contradicciones, cada decisión tiene consecuencias y cada alianza es temporal. Aquí no hay héroes tradicionales, sino que hay sobrevivientes: personas que hacen lo que pueden en un entorno que los va devorando poco a poco.
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El ritmo es tenso, elegante y adictivo. La fotografía en tonos azules casi constantes crea una atmósfera fría y opresiva, perfecta para un pueblo donde cada sonrisa es sospechosa y cada trato huele a peligro.
Y sí, igual que en Breaking Bad, llega un punto donde ya no sabes si estás viendo a un hombre tratando de proteger a su familia, o a alguien dispuesto a arrastrar a todos al abismo con tal de no perder el control.