El cine siempre tiene esas historias que tardan años en cocinarse, proyectos que parecen imposibles que, cuando por fin llegan, se sienten como un milagro. Eso siempre pasa con cintas animadas que requieren una eternidad en producción, como Isla de perros de Wes Anderson, Pinocho de Guillermo del Toro, o películas que simplemente necesitan que el equipo creativo encuentre el momento perfecto para existir. Y cuando por fin se estrenan, te das cuenta de que la espera valió la pena.
2024 trajo varias joyas inesperadas pero hay una en particular que hizo mucho ruido, y más ahora que aterrizó oficialmente en streaming, conquistando a quienes buscan una película diferente, emotiva y con una estética única. No por nada, estuvo nominada en la categoría de Mejor película animada, y aunque no obtuvo una estatuilla dorada, sí se llevó los corazones y lágrimas de millones de espectadores alrededor del mundo.
Una historia de soledad, hermandad y fortaleza emocional
Estamos hablando de Memorias de un caracol, una obra que tardó 15 años en ver la luz. La película nos transporta a la Australia de la década de 1970, un entorno áspero, impredecible y lleno de personajes que parecen vivir al borde del caos. Allí conocemos a Grace Pudel, una joven marginada, amante de los libros, los conejillos de indias y, sobre todo, los caracoles.
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Ella y su hermano Gilbert han sido rechazados casi toda su vida. Ninguno encaja del todo, pero al menos se tienen el uno al otro. Su vínculo es lo único estable en un mundo que no parece preparado para ellos.
Todo cambia cuando su padre alcohólico y tetrapléjico muere y los servicios sociales intervienen. La separación es tan abrupta como dolorosa: Grace termina viviendo con una pareja nudista, mientras que Gilbert es enviado con una familia de fanáticos religiosos. Dos extremos que parecen diseñados para destruirlos emocionalmente.
Desgracias, obsesiones y pequeñas luces en la oscuridad
Lejos de cualquier forma de estabilidad, los hermanos comienzan una espiral de mala suerte difícil de ver sin que el corazón se encoja. Grace se refugia en su creciente colección de caracoles, mientras que Gilbert, mucho más frágil y desubicado, desarrolla tendencias peligrosas, incluyendo una inclinación pirómana.
Sin embargo, entre tanta desgracia, la película encuentra momentos de belleza: pequeñas chispas de felicidad, recuerdos simples, y gestos de bondad que aparecen de la nada. Memorias de un caracol sabe equilibrar la tragedia con la ternura en un viaje emocional que golpea, pero también abraza.
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La cinta atravesó un proceso creativo larguísimo, de 15 años, entre reescrituras, cambios de estudio y dificultades técnicas. Pero la dedicación se nota. Cada cuadro está lleno de personalidad y cada diálogo está pulido con cariño.
Ahora que está disponible en streaming, quienes no la vieron en el cine se están dando cuenta de lo mucho que vale la pena verla. No es la típica película para desconectarte. Es una experiencia emocional completa: rara, bella, triste e inesperada.