Coherence, dirigida por James Ward Byrkit, inicia como una reunión común entre ocho amigos que se encuentran para cenar en una casa de Los Ángeles, justo la noche en que un cometa excepcionalmente extraño cruza el cielo. Emily, Kevin, Mike, Lee, Beth, Hugh, Amir y Laurie conforman un grupo que, al principio, parece concentrarse únicamente en tensiones personales y viejos roces sentimentales. Sin embargo, desde los primeros quince minutos, pequeños detalles como pantallas de celulares que se agrietan sin motivo anticipan que algo más profundo está a punto de quebrarse.
Bellanova Films
El microcosmos de una cena que se desmorona
Lo que comienza como una conversación improvisada entre personajes aparentemente comunes pronto toma un giro abrupto. Byrkit trabajó con una estructura mínima, dando a cada actor secretos internos para provocar reacciones naturales. Esa espontaneidad permite que el caos irrumpa de forma orgánica. Cuando la luz se va y Hugh y Amir regresan con una caja que contiene fotos numeradas de todos, la inquietud crece: en una casa cercana, iluminada contra toda lógica, parecen vivir versiones alternativas de ellos mismos.
A partir de ese momento, Coherence se transforma en un rompecabezas inquietante donde los personajes descubren que, sin darse cuenta, han estado cruzando entre múltiples realidades casi idénticas. Cada mínima decisión genera una variación del grupo original, multiplicando escenarios, sospechas y posibles traiciones. Mike llega a considerar enfrentarse a otro Mike, mientras otros personajes contemplan la posibilidad de cambiar de vida entrando a una versión donde sus decisiones previas resultaron más favorables.
Bellanova Films
Un rompecabezas diseñado para ser resuelto
Filmada con cámara en mano y recursos mínimos, la película abraza un estilo áspero que puede dividir al espectador, pero que termina funcionando como espejo de la inestabilidad creciente. El desorden visual, en lugar de ser un lastre, ayuda a transmitir la sensación de que nada está bajo control, ni para los protagonistas ni para quienes observan el relato. Aunque su lenguaje visual pueda parecer desprolijo, es en esa falta de pulcritud donde la historia encuentra un eco emocional inesperado.
Coherence no pretende ser un acertijo imposible. A diferencia de otras obras del género, ofrece pistas, repeticiones, fotografías numeradas y pequeños detalles que permiten al espectador reconstruir el mapa de realidades sobrepuestas. Cada descubrimiento genera un efecto de revelación, un clic narrativo que hace que piezas aparentemente absurdas cobren sentido. La experiencia se vuelve casi lúdica, como observar una ecuación que se completa ante nuestros ojos, aunque siempre con espacio para la incertidumbre.
Más allá del multiverso y la ciencia especulativa, la película revela sus verdaderas intenciones cuando se concentra en sus personajes. La historia finalmente se concentra alrededor de una protagonista que, rodeada de infinitas versiones de sí misma, enfrenta la tentación de cambiar su destino. En medio de la paranoia y la fragmentación, surge un tema poderoso: la insatisfacción vital y el deseo de haber tomado otras decisiones. Los últimos minutos ofrecen la cara más conmovedora del relato, una reflexión amarga sobre el arrepentimiento y las vidas que dejamos atrás.