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    Cannes 2018: Ya vimos 'The House That Jack Built' la nueva cinta de Lars Von Trier. Éste es nuestro veredicto.

    Es sumamente machista, violenta, ególatra, pero nadie maneja esos calificativos como lo hace el cineasta danés. Estamos seguros que será otra de las cintas que dividirá al público del festival.

    A estas alturas, el mundo ya sabe lo que sucedió con la primera exhibición de The House That Jack Built en Cannes. Eso sólo aumentó el hype en torno a la prensa que tendría que esperar unas horas más para poder seleccionar un bando: a favor o en contra. 

    La función de las 8:30 am en la Sala Lumiere, la más grande de todas en el festival, se llenó más rápido de lo habitual (aún habrían un par de funciones más, pero se corre el riesgo de quedar afuera de todas). Inició sin el cineminuto oficial del festival –la película no está en competencia–, directo a la pantalla negra con el diálogo de Matt Dillon y el alemán Bruno Ganz diseccionando los sucesos que estamos por ver.

    Nuestro veredicto 

    The House That Jack Built recrea cinco asesinatos al azar y a sangre fría cometidos por Jack (Matt Dillon). Él es un hombre blanco de mediana edad que ha comprado una pizzería para guardar los cuerpos de sus víctimas en la cámara de refrigeración. Comienza con el interesante recurso de narrativa de relatar en flashback, haciendo parecer que estos dos están o en terapia o en secreto de confesión. Hay que cruzar unos 150 minutos para llegar al epílogo y averiguarlo.

    Cada uno de los asesinatos alimenta la leyenda de Mr. Sophistication, el nombre artístico que se ha colocado para retratar a sus víctimas en posiciones "naturales" en el lugar del crímen, antes de que les llegue el rigor mortis. Las fotos serán enviadas a los periódicos que las publicarán haciéndolo cada vez más notable (no es gratis que "Fame" de David Bowie suene durante toda la película). La afición de Jack, ingeniero de profesión pero disfuncional en la sociedad, intercambia los crímenes con las planeación de una casa que desea construir pero de la que nunca está satisfecho con los materiales para completarla. 

    La cinta podría remitirnos a películas como Psicópata americano o cualquiera sobre el asesino serial de la vida real Richard Kuklinski, quien también congelaba a sus víctimas. Pero la visión de Von Trier lo cambia todo. El danés no teme en sostener la cámara en donde otros no se han atrevido. (Lo digo en serio, dos secuencias, una con animales, otra con niños son las culpables de que la gente salga de la sala). Después, tratará de dar justificaciones filosóficas, artísticas e incluso históricas por haberlo hecho. Aquí habla el realizador megalómano que incluso no teme citar su propia obra como parte de lo mejor de la humanidad. Pedante sí, pero genial. Es el capítulo final, el epílogo, que la separa de las demás cintas del género. Es ahí, entre el limbo y el infierno de Dante, donde el comportamiento del asesino es asimilado sin pizca de remordimiento, en donde tenemos oportunidad de condenar al personaje o no.

    Grandes y atrevidas Uma Thurman, Slobhan Fallon y Sofie Grâbol, quienes repiten con el director en situaciones extremas. Matt Dillon es un monstruo que da naturalidad y habilidad endemoniada a un personaje totalmente repulsivo. Bruno Ganz, como Verge, es un placer como un Virgilio que lo acompaña a través del baño de sangre como consejero espiritual (bien lo recordamos como Hitler en La caída). De referencias meta esta llena la película. Él sigue sin ocultar su simpatía por el nazismo, por ejemplo.  

    Por años, el autor ha reposado en las bondad de las mujeres para contar sus historias. Aquí es a través de un hombre de pura maldad cómo se cambian los papeles.  Sí, la cinta es sumamente violenta, machista, ególatra, atrevida, pero nadie retrata lo más bajo del espiritu humano como lo hace la ex persona non grata de Cannes, nos guste o no. 

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