Cuando tenía 17 años, Rosa Olvera Jiménez escapó de su casa para buscar una mejor vida en Estados Unidos. Llegaría, en 1999, a la ciudad de Austin, Texas, donde conseguiría un trabajo como niñera y alquiló un pequeño apartamento, gozando de una vida que jamás imaginó en su ciudad natal; sin embargo, cuatro años después de su llegada, en 2003, Rosa fue detenida y encarcelada en calidad de sospechosa por el homicidio de uno de los niños que cuidaba. Dos años después, Rosa sería encontrada culpable, a pesar de la carencia de pruebas o evidencia y sería sentenciada a una cadena de 99 años de prisión, sin esperanza de libertad condicional y cuyo caso podría ser revisado de nuevo hasta el año 2035. Este es el caso de la vida de uno de los miles de inmigrantes mexicanos y centroamericanos en Estados Unidos, donde el proceso judicial es inexistente y lo único que les queda es la impotencia.