Crítica de SensaCine.com.mx para Guerra de papás 2: Mel Gibson y John Lightgow se encargan de que esta secuela sí funcione

Will Ferrel y Adam McKay, el dúo dinámico de la comedia que de tan boba te hace reír, vuelve a hacer mancuerna a través de su compañía Gary Sánchez Productions, para traernos la secuela de Guerra de Papás (2015), la cinta protagonizada por Will Ferrell y Mark Wahlberg, en la que un amable, sensible y considerado locutor de radio debe enfrentarse al reaparecido exmarido de su mujer (un típico “niño malo”) para luchar por el cariño de sus hijastros.

Parece que el director Sean Anders y su equipo de escritores quisieron sacarse la espina de que la primera parte no haya funcionado, ya que resulta que Guerra de Papás 2 es una comedia bastante divertida, gracias en gran medida a la adición de John Lightgow y Mel Gibson, que están espectaculares como los padres de Will Ferrell y Mark Wahlberg.

Dusty Mayron (Wahlberg) y Brad Whithaker (Ferrell) han ido más allá de limar sus asperezas y ahora son mejores amigos que comparten armoniosamente su tarea como ‘co-padres’ de Megan y Dylan, por lo que deciden que ambas familias pasaran la Navidad juntos, en compañía de los padres de Brad. Los planes cambian de repente cuando el padre de Dusty (Mel Gibson) anuncia su visita y el padre de Brad (John Lightgow) llega sin su esposa. La Navidad y la sobreviviencia de las familias son puestas a prueba desde el momento en que colisiona el apapachador, mega cariñoso y súper sensible Mr. Whithaker (Lightgow) con el cínico, mujeriego, macho alpha-lomo plateado, Kurt Mayron (Gibson).

Aunque Guerra de Papás 2 tiene muchos chistes de pastelazo y situaciones inverosímiles, acierta en ser una smart dumb movie, como el mismo Ferrell llama a sus creaciones en las que siempre se pueden apreciar diferentes niveles de comedia: desde el absurdo más superficial hasta la ironía que hace reír porque nos refleja la realidad. Así, este filme es tanto la típica comedia de situación basada en parejas disparejas, como un vistazo a la paternidad y a la familia moderna, en la que a veces los niños tienen más papás de los que necesitan y los adultos tienen que aprender a querer a gente que, en condiciones normales, ni siquiera les habría caído bien.