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    Un amor a segunda vista
    Críticas
    4,0
    Muy buena
    Un amor a segunda vista

    Comedia romántica que logra más que hacernos suspirar

    por Claudia Llaca

    Un amor a segunda vista es apenas el tercer largometraje del director francés Hugo Gélin, pero con este filme nos muestra cómo debe hacerse una comedia romántica. Mientras que su filme anterior, Dos son familia, es el remake francés de la cinta de Eugenio Derbez, No se aceptan devolucionesUn amor a segunda vista es una idea completamente de su creación.

    Gélin nos cuenta la historia de Raphäel Ramisse (Francois Civil), quien conoce un día en la prepa a Olivia Marigny (Joséphine Japy). Juntos se meten en problemas y desde el momento en que ambos caen desmayados sobre una banca, se vuelven inseparables. Raph esta escribiendo una novela de ciencia ficción, mientras que Olivia estudia para ser pianista, pero desde que ella lee su novela, deja de lado lo suyo para darle apoyo y ayuda. Con el paso del tiempo Raph se convierte en un escritor famoso, mientras que Olivia se queda en la sombra y eventualmente, ignorada por su marido, a quien siempre le reclama que nunca ha valorado los sacrificios que ha hecho por él.

    El director utiliza entonces un recurso que ya hemos visto en otras comedias francesas: hacer que el protagonista, por alguna circunstancia, se encuentre de repente en un universo paralelo en el que ha perdido todos los privilegios de los que gozaba. El gran mérito de Un amor a segunda vista, es que a pesar de que cumple completamente con la fórmula de la comedia romántica, aprovecha el género para llevar al espectador a una reflexión más profunda sobre nuestros patrones sociales, en este caso la costumbre de que una mujer deje de lado su potencial para impulsar el del hombre o las personas que damos por sentado en el día a día, olvidando lo importantes que son para nuestra vida.

    A pesar de recurrir a un elemento fantástico, Un amor a segunda vista mantiene la trama en el terreno de lo creíble a través de personajes muy bien escritos, que además son interpretados con tanta naturalidad, que se reciben como entrañables y cercanos. Por si fuera poco, en esta película no hay lugar para el chiste forzado, la situación exagerada ni la comedia de pastelazo. Para nada. El humor de Un amor a segunda vista proviene de situaciones que hacen reír por cotidianas e identificables, y que llegan a la trama de manera sutil e inesperada y casi siempre a cargo de Félix, el mejor amigo de Raph, personaje a cargo del genial Benjamine Lavernhe.

    Gélin completa su obra con una iluminación tan cálida, que logra generar en pantalla una especie de intimidad entre el espectador y la historia, y un soundtrack maravilloso que acompaña a la perfección cada momento. El director remata con un final que no tiene nada que ver con el típico en el que él tiene que correr al aeropuerto para no perderla y terminan besándose en la puerta del avión mientras todos los presentes aplauden, sino con uno que -sin palabras- nos recuerda de qué se trata verdaderamente el amor. Un amor a segunda vista no es un chic flick, es una película redonda, de una manufactura increíble y con una historia interesante, profunda pero divertida, que logra mucho más que hacernos suspirar.

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