Mi cuenta
    Judy
    Críticas
    3,5
    Buena
    Judy

    La decadencia de una estrella

    por Iván Romero

    Recurrir a emblemáticas figuras de la época dorada del cine -y la música- en Hollywood no es novedad; llevar sus vidas a la pantalla grande no es algo nuevo en la industria, pero llama la atención de sobremanera. Quizá sea porque mientras crecimos veíamos cómo estos míticos nombres iban tomando mayor importancia en la cultura pop. Nombres como Katharine Hepburn, Betty Davis, Errol Flynn, Marilyn Monroe, entre muchos otros, han sido adaptados con distintas ópticas a la ficción, tanto en cine como en televisión.

    En el caso de Judy toma como referencia la vida de Frances Ethel Gumm, mejor conocida como Judy Garland, ganadora del Oscar especial a estrella juvenil y famosa por filmes clásicos como El mago de Oz, Meet Me in St. Louis y Nace una estrella. La cinta es dirigida por el británico Rupert Goold (True Story) y protagonizada por una de las novias de América más queridas de los últimos 20 años: Renée Zellweger; narra la última etapa de la diva mientras el alcohol y las drogas la fueron consumiendo cuando hacía su última gira, particularmente en Londres en 1968. Toma en cuenta la preparación de los eventos, la lejanía con sus hijos y su relación con Mickey Dean (Finn Wittrock), quien sería su quinto y último marido.

    Ciertamente un filme brilla cuando el texto es lo suficientemente sólido. En Judy sucede un efecto muy particular; el guion está basado en la obra de teatro El fin del arcoíris y la inexperiencia de Goold como director, se deja entrever, ya que aunque sigue a Judy el 95% del filme, el universo que rodea a la estrella se siente limitado y acartonado. Los personajes alrededor de ella realmente no brillan y el mundo glamuroso del Hollywood de esa época apenas y sale a luz. Es verdad que se enfoca sólo en el último periodo en que Garland sobrevivió a sus adicciones y esquivó sus miedos para salir a flote, pero el empaque en el que se desenvuelve no convence del todo e impide entrar en la atmósfera que una cinta de época obligatoriamente debe tener.

    Este el punto débil de la cinta, la cual afortunadamente sí tiene una luz que la salva de estos pormenores la implacable: Renée Zellweger, quien no imita, ni se transforma, sino que interpreta de una manera entrañable, puntual y genuina a Judy Garland. La carrera de la actriz de alguna manera muestra un paralelismo con Garland y no por las adicciones, sino porque desapareció un tiempo después de haber ganado su Oscar por Cold Mountain y haber sido blanco de burlas y cuestionamientos por haber sometido su rostro a un aumento de botox.

    Ahora regresa como lo que siempre ha sido, una gran actriz de Hollywood y por la puerta grande. Zellweger le otorga a su Judy ademanes, gesticulaciones y esa voz tan particular que caracterizaba a la diva. A esto sumémosle que canta con su propia voz los éxitos de Garland que, si bien no se encuentra el nivel de la misma vocalmente hablando, le da los matices correctos y esconde sus diferencias tras el perfil deficiente que Judy mostraba ya en ese entonces en sus conciertos.

    El filme cuenta con flashbacks de Garland mientras estaba en el set de rodaje de El Mago de Oz y tras varias viñetas de adolescente podemos entender la complicada relación que tenía la entonces inexperta actriz con su madre y cómo esto afecto en sus adicciones. Esto, aunque superficial, funciona como empuje para el estudio de personaje que Renée evidentemente hizo, ya que a pesar de que retrata el episodio más desafortunado y melancólico de Garland, llena la pantalla como pocas actrices y su brillante desempeño la hace merecedora de perfilarse para le temporada de premios.

    La actriz que fue el primer ícono gay de la cultura pop y protagonizó uno de los musicales más exitosos de la historia del cine ahora vuelve a la vida a través de una actriz que nunca debió dejar el ojo público. Todo esto cumple justo con lo que Garland pedía: que no la olvidáramos y aquí obedeceremos eso por partida doble, ya que ninguna de las dos saldrá de nuestra memoria.

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