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    El diablo a todas horas
    Críticas
    2,5
    Regular
    El diablo a todas horas

    Netflix fracasa con una de sus producciones originales más esperadas

    por Tamara Cuevas

    El diablo a todas horas es la segunda película original de Netflix que pensamos suponía un pie dentro de la temporada de premios para el gigante del streaming. No obstante, la película nunca logra despegar los pies de la tierra. Basada en la novela aclamada de Donald Ray Pollock, autor norteamericano cuya carrera en la literatura comenzó a los 50 años, El diablo a todas horas es una dolorosa monografía de la hipocresía católica, las secuelas de la guerra y un pueblo sumido en la miseria. 

    Willard Russell, interpretado por Bill Skarsgård, cuya participación es efímera pero clave en la historia, es un hombre con secuelas de guerra que creció en una familia sumamente católica en Ohio, al noreste de Estados Unidos. Cuando su esposa enferma de cáncer, obliga a su pequeño hijo Arvin a rezar fervientemente, con la creencia de que solo así pueden evitar su muerte. 

    La semilla de la devoción y de hacer justicia por su propia mano se planta en Arvin a los 10 años y, desde ese momento, intentará romper, por todos los medios y sin mucho éxito, los patrones heredados de su padre. Su historia se entrelazará con la de otros habitantes de Knockemstiff, Ohio, como Sandy y Carl, una pareja de asesinos seriales de carretera, y Lee, un sheriff sin escrúpulos cuyo objetivo principal es su reelección en la fuerza de policía del pueblo

    Antonio Campos, director detrás de la adaptación, juega con el tiempo en su narrativa. A modo de rompecabezas, nos va mostrando a cuentagotas los conflictos centrales en la vida de cada uno de los personajes: la Guerra del Pacífico, la llegada de un nuevo predicador al pueblo, el abandono de un padre, el inicio de una vida en el crimen. La voz en off del propio autor de la novela The devil all the time sirve como amalgama para todo este universo. Es él quien nos atrae hacia lo más profundo de estos personajes utilizando su papel de narrador omnipresente como el equivalente de una figura sumamente importante en la historia que creó en el 2011: Dios, quien quiera que éste sea

    La historia de estos personajes, que están lejos de poder ser insertados en categorías maniqueístas para describirlos, nunca logra despertar el interés necesario en el espectador, provocando que dos horas de duración parezcan un exceso para la narración. Sin embargo, el elenco alivia el dolor. Tom Holland, en el primer papel que lo aleja por completo del Universo Marvel, interpreta a Arvin, un personaje que está al borde de la devoción, la ternura, la miseria y el optimismo. Arvin no podría brillar de la misma manera sin aquellos roles que suponen su contraparte moral, aquellos que emanan la maldad en El diablo a todas horas, uno de ellos Sandy, interpretado por la actriz Riley Keough. Mención especial para Bill Skarsgård como Willard Russell. 

    La mezcla de tonalidades en la personalidad de los que habitan la historia de El diablo a todas horas es para admirarse, pero parece que el director está sobremanera obsesionado con mostrar lo bueno dentro de lo malo, no tanto para probar que dentro de cada uno de nosotros hay demonios susurrando a nuestros oídos, sino para hacernos creer que Dios -quien quiera que sea- estará ahí para los buenos mártires. 

     

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