SensaCine México
Mi cuenta
Pete Davidson muestra los límites a los que llevan las redes sociales
por Liz HernándezLa generación Z creció sin conocer algo más allá de la tecnología y las redes sociales. Sus personalidades se moldearon en torno a lo que ven en pantalla, las modelos que siguen en Instagram, las discusiones diarias en Twitter y los challenges que se vuelven virales en TikTok. Todos estos elementos son la herramienta que usa Halina Reijn para dirigir a Pete Davidson, Amandla Stenberg y Maria Bakalova dentro Muerte, muerte, muerte, una sátira que muestra los límites a los que se puede llegar por querer encajar en un lugar.
Adentrándose entre el suspenso y la comedia, desde el inicio vemos a Bee (Bakalova) stalkear a los amigos de su novia Sophie (Stenberg), quienes se reúnen en una mansión de millonarios que nos muestra el alto poder adquisitivo de su pequeño círculo de amistades. La primera interacción de Bee con los demás es por medio de su teléfono, aún sin verse en persona ya sabía cómo eran sus rostros, qué ropa vestían y su estilo de vida. Sin cuestionarse nada, la primera impresión es la definitiva.
Al llegar a la casa se percibe un ambiente hostil que sólo los une por la fiesta, la cual quieren presumir en un baile en internet, y un peculiar juego en el que alguien se hace pasar por muertos y tienen que encontrar al asesino. Drogas, alcohol y juegos agresivos acompañan a los protagonistas durante una noche que aparenta estar llena de tensiones y conflictos, al sentir que amistades rotas y prácticamente desconocidos de Tinder invaden su velada, que es amenazada por un probable huracán. La guionista Sarah DeLappe lo pone todo sobre la mesa.
Las emociones escalan rápidamente y pronto la película se convierte en un whodunit. ¿Quién asesinó al personaje que misteriosamente desapareció de la reunión? Cualquiera puede ser el culpable, pero casi como en la cultura de cancelación que se vive desde hace algunos años en internet, todos comienzan a sacar las verdades del otro y se culpa a uno fácilmente, como si por el solo hecho de estar presente es suficiente para haber cometido el crimen. Casi al estilo de Chicas pesadas, la directora enfrenta a sus protagonistas y demuestra la falsedad y fragilidad de los vínculos fraternales.
Sony Pictures
Cuando la única forastera del grupo cambia su ropa ensangrentada y se coloca las prendas de alguien más (tratando encajar con las apariencias de las presentes, incluso se maquilla durante plena catástrofe), es señalada como la sádica que inició la noche de terror que se les salió de las manos. Convenientemente no pueden pedir ayuda porque no hay electricidad, recepción telefónica y el carro no tiene batería. Los personajes no saben cómo solucionar la situación extraordinaria; Alice (Rachel Sennott) es la ejemplificación perfecta de un Z completamente enajenado de la realidad.
Con las luces neón que adornan casi toda la cinta, el tono de ésta parece una fiesta y, acertadamente, se inclina más hacia el humor que el horror, lo cual la vuelve más disfrutable ante su nulo aspecto terrorífico, pero en momentos se cae con tantos diálogos. El ensamble de personalidades que comparten la trágica noche se gritan de cosas como si estuviéramos leyendo un hilo de discusiones en Twitter. Insulto tras insulto, los personajes como Emma (Chase Sui Wonders) y Jordan (Myha’la Herrold) cada vez se revelan más cosas sin importarles el caos que se vive en el momento.
Sony Pictures
La cineasta holandesa crea una telaraña de sospechas y reproches en la que el juego “Muerte, muerte, muerte” es llevado de la ficción a la realidad. Reijn se reserva un final que podrá burlar o hacer voltear los ojos de su espectador, pero la idea está plasmada de manera tan correcta, que hay enormes probabilidades de que haya sucedido así. Como dice Bo Burnham en Inside, todos queremos las miradas sobre nosotros, aunque nos lleve a hacer hasta lo inimaginable por conseguir unos cuántos likes en redes sociales. Al igual que la producción de A24 Zola, el internet nos da grandes e hilarantes historias que son dignas de adaptarse a la pantalla grande.
