En el documental Robar a Rodin se narra la mañana del mes de junio, de 2005, cuando los guardias del turno matutino del Museo Nacional de Bellas Artes, en Chile, descubrieron, alarmados, que una valiosa escultura creada por Auguste Rodin había sido robada de las instalaciones. Se trataba del “Torso de Adèle”, obra del escultor, creada entre 1882 y 1883, valuada en más de medio millón de dólares, cuyo tamaño, de 16 x 47 centímetros, permitía ser ocultada, con facilidad, en una simple mochila. Entre el escándalo que empezaba a formarse, un joven estudiante de 20 años, llamado Luis Emilio Onfray Fabres, apareció 24 horas después, con la escultura y las intenciones de devolverla. Aunque el joven afirmaba que había encontrado la escultura en unos matorrales, envuelta en cartón, en el Parque Forestal, se encontró que la pieza formaba parte de un proyecto experimental y cultural que Onfray estaba llevando a cabo. El caso generó conmoción en Chile y causó, en voces de representantes del gobierno, una imagen vergonzosa con el extranjero. Pero la realidad del suceso solo pocas personas la conocen, en especial, la versión de Onfray, quien, finalmente, está preparado para revelarla.