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    El muñeco diabólico
    Críticas
    3,0
    Entretenida
    El muñeco diabólico

    Chuky para las nuevas generaciones

    por Daniela Torres

    Cuando Chucky, el muñeco diabólico apareció en 1988, pocos apostarían que se convertiría en el fenómeno de culto que aún es. Más allá de causar pesadillas a los niños y hacernos dudar de nuestros propios juguetes, le ha alcanzadado para hacer ya siete películas y una próxima serie de televisión. Casi 31 años después, llega el octavo filme basado en aquel niño pelirrojo creado y procurado por el director Don Mancini. El muñeco diabólico, ahora dirigida por el noruego Lars Kleverg, es una versión renovada y ensalsada por la voz de Mark Hamill . Un intento claro para atraer a un público más jóven que conoce a este muñeco por los disfraces de Halloween pero que quizá nunca ha visto las películas. 

    La historia nos presenta a Andy (Gabriel Bateman) y a su madre Karen (Aubrey Plaza), quienes son nuevos en el vecindario y cuya relación se quebranta poco a poco. Todo da un giro cuando Andy recibe por su cumpleaños número trece el juguete que está causando sensación entre los niños, Buddi (a quien quiere llamar Han Solo –guiño al actor que también interpreta Luke Skywalker– pero que por alguna razón el muñeco termina autonombrandose Chucky). Ambos forman un lazo único y se convierten en mejores amigos. No obstante, un malware hace que el muñeco se transforme, no tenga límites, sea violento y empiece a ser sobreprotector. Ver cintas como La masacre de Texas 2 inspirará a este robot a ejecutar su maléfico plan. 

    Es a partir de ahí donde las diferencias entre ambas cintas se hacen más patentes. Originalmente Chucky mataba gente porque el alma de un asesino se hospedó en el muñeco. Ahora se debe a que él cree que su deber es proteger a su dueño de aquellos que lo lastiman, cueste lo que cueste. Así nos presentan la ya conocida narrativa de lo que podría llegar a pasar si la tecnología se sale del alcance de nuestras manos. En ese tenor, El muñeco diabólico debe más su temática a series como Black Mirror que a las posesiones espiritistas de las entregas anteriores. Vaya que se nota que su "papá" Don Mancini decidió desmarcarse completamente de este reboot.

    Y es que en esta nueva versión Chucky no nos atemoriza como antes, más bien logra que nos pongamos en su lugar y entendamos hasta cierto grado su motivos. Es extraño sentir empatía por él, casi toda proveniente del gran trabajo de voz de Mark Hamill que le da un toque tierno pero sin dejar de ser escalofriante. Hay ocasiones donde es evidente que tendríamos que espantarnos pero por lo ilógico de las situaciones acaba sacándonos un par de risas. Kleverg quizó llegar a ese tono de no tomarse tan en serio, pero no lo logra del todo.

    El muñeco diabólico acaba siendo un relanzamiento innecesario de la franquicia, aunque hayan dejado las puertas abiertas para su secuela. Los fans que han seguido esta historia durante décadas no estarán muy contentos con el nuevo origen y, por otro lado, las nuevas generaciones no comprarán el lado humano de un juguete de alta tecnología que se vuelve loco. Es una película para pasar el rato sí, incluso con buena intención al querer actualizar la franquicia, pero el miedo de que te persiguiera un niño pelirojo con un cuchillo gigante se tiene que intercambiar por el compadecerte de él. Y eso debe de ser malo para una cinta que debería causarnos pavor. 

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