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    El baile de los 41
    Críticas
    3,0
    Entretenida
    El baile de los 41

    Una bella propuesta, aunque algo desinflada

    por Iván Romero

    El 1 de noviembre de 1901 en pleno régimen porfirista un evento en la Ciudad de México quedó grabado en la historia e impreso en papel cuando un grupo de hombres fueron arrestados por encontrarse en una celebración en la que, en su mayoría, se encontraban vestidos de mujeres. En ese entonces ser homosexual no era considerado un delito, pero bajo el reglamento de atacar las normas de la moral fueron 41 caballeros los encarcelados y posteriormente enviados a destinos diferentes como castigo por su fiesta de disfraces tan particular. El evento fue conocido como El baile de los 41, aunque hubo un pequeño detalle que faltó en dicha etiqueta, ya que eran 42 hombres los que se encontraban en dicho festejo; el número faltante era ni más ni menos que el yerno del Presidente Porfirio Díaz: Ignacio de la Torre y Mier.

    Lo anterior no fue sólo una anécdota y apareció publicado en su momento en el periódico Hoja Suelta en una viñeta que satirizaba la redada en una caricatura del ilustrador José Guadalupe Posada titulada Los 41 maricones. El escándalo tuvo alcances inesperados debido al conservadurismo y homofobia de aquellos años; un parteaguas para iniciar una cacería de brujas, con redadas continuas, intolerancia ante el tema y prejuicios para la comunidad homosexual que más de un siglo después sigue teniendo un eco.

    El número 41 se convirtió en un falso representante de ser homosexual y en las escuelas cuidado y te tocara ese número en la lista de alumnos, porque serías objeto de burlas y bullying sin razón.  Teniendo este pequeño preámbulo podemos hablar de la primera película mexicana que se centra en aquel evento: El baile de los 41, que llega gracias al cineasta David Pablos, conocido por filmes como La vida después con María Renée Prudencio y Las elegidas, su película más laureada hasta el momento.

    La historia se ve desde la mirada de Ignacio de la Torre (Alfonso Herrera) y su reciente boda con la hija del Presidente de México: Porfirio Díaz (Fernando Becerril). Su nombre es Amada (Mabel Cadena). Su matrimonio le servirá a él para moverse varios lugares adelante en su carrera política, a pesar de que sea una obligación más para poder aparentar lo que realmente sucede. Por las noches y en un lugar apartado de la ciudad se reúne con 40 hombres en un club para platicar, beber y liberarse de las ataduras de la sociedad que durante el día los asfixia. Ignacio conoce a Evaristo Rivas (Emiliano Zurita), un apuesto joven que le pondrá el mundo de cabeza y entonces se enfrentará a un amor verdadero, a una esposa que reclama sus derechos y a un próximo baile a celebrar que le cambia la vida.

    El baile de los 41 es uno de los filmes más ambiciosos de los últimos años en la industria cinematográfica mexicana y uno de los más esperados, porque nadie se había atrevido a retomar este pasaje en la historia de nuestro país que, aunque parece lejano, la importancia de la represión de la libertad del ser humano y, por ende, de la comunidad homosexual es oportuna y sigue siendo un tema a tratar en todos los escenarios posibles. Pablos, aunque tiene una corta filmografía, es notorio su amor al detalle; recrea los eventos con una elegancia digna de tal evento. La manufactura de la película es impecable, el diseño de producción, arte, fotografía e iluminación (con luz natural) hacen de esta una de las cintas visualmente más bellas en años.

    Respecto al trío protagonista conformado por Alfonso Herrera, Emiliano Zurita y Mabel Cadenas tampoco hay queja alguna. Alfonso sin duda está en uno de sus mejores trabajos dándole vida a Ignacio de la Torre, contenido de momento, explotando cuando el personaje lo requiere, sobre todo con la mancuerna que hace con Mabel, quien es toda una revelación y se perfila como una fuerte figura cinematográfica en el país.

    Amada Díaz es el personaje más logrado y complejo narrativamente hablando, porque pasa del despecho y la insatisfacción al empoderamiento (palabra muy usada en los últimos años) y tomando la sartén por el mango cuando así lo requiera. En todo momento Mabel está esplendida y tiene un imán muy fuerte en la pantalla. Emiliano Zurita es otro de los grandes descubrimientos de Pablos, ya que, a pesar de que no se explora tanto a su personaje, el actor despliega emociones, carisma y temple en cada uno de los planos, aparte de ser evidentemente apuesto. Esto lo convierte no sólo en una cara bonita, sino en otro de los actores con bastante futuro y que esperamos tome buen rumbo en su carrera.

    Hay un talón de Aquiles en El baile de los 41: el guion, que estuvo a cargo de la escritora Monika Revilla y no profundiza realmente en el evento que le da título a la película; además, la premisa al final se siente un tanto anecdótica. No podemos ver más allá de la historia del matrimonio entre Ignacio y Amada y esto indudablemente resulta trillado, porque lo hemos visto varias veces. El problema es el enfoque, ya que no conocemos prácticamente nada acerca de los personajes que se encuentran en el baile, sólo viñetas de ellos que en un filme con tanto significado para la comunidad LGBTQ hubieran gustado. Las expectativas eran muy altas para Pablos y reitero: me parece un cineasta ejemplar, pero al contrario de Las elegidas en la que participo en el guion con El baile de los 41 no se siente tan personal como pudo haber sido.

    No hay una confrontación con el tema, sino con las imágenes y, a pesar de que son poderosas y hermosas, deja un rezago que con un mejor guion pudo ser un testamento cinematográfico que perdurara al paso del tiempo. Lo cierto, es que todo lo mencionado no lo hace un mal filme, es una buena película con una fastuosa producción y excelentes actuaciones. Independientemente de tocar temas por encima es importante que la gente la vea y que nuevas generaciones conozcan la historia.

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