Evitando las convenciones tradicionales, en una búsqueda personal de encontrar una verdad en el movimiento y seguir una disciplina férrea a sus pasiones, Alvin Ailey se convirtió en uno de los artistas que definieron la danza moderna. Hijo de una adolescente pobre en una pequeña ciudad de Texas, Alvin y su madre se enfrentaron a los tormentos de la Gran Depresión y de las leyes de segregación de Jim Crow, que lo llevaron a refugiarse en el arte, del que su madre era admiradora. Comenzaría su recorrido en los servicios religiosos y en la música que se escuchaba en el salón de baile local, pero también era inevitable la sensación de aislamiento de una sociedad profundamente dividida por los estigmas raciales. Su camino hacia la expresión artística se empezó a aclarar cuando él y su madre se mudaron a Los Ángeles, en la década de los años 40, y su interés en la danza despertó gracias a las clases en el garaje de un vecino. En el documental Ailey, la directora Jamila Wignot (Town Hall), explora la vida personal de Alvin y la manera en que la misma lo llevó a ser uno de los artistas pioneros de la cultura afroamericana.