Amores Materialistas
Críticas
3,5
Buena
Amores Materialistas

Un triángulo amoroso en tiempos de transacciones

por Luis Fernando Galván

Vidas pasadas, una película que conjugaba intimidad, nostalgia y un agudo sentido de observación sobre los vínculos amorosos con ecos de Deseando amar de Wong Kar-Wai y la trilogía Before de Richard Linklater, reveló a la directora surcoreana-canadiense Celine Song como una referente emergente del cine independiente global. Su ópera prima exploraba las conexiones perdidas y las vidas posibles que nunca se concretan, dejando claro su talento para capturar la dimensión emocional del tiempo y la memoria en las relaciones humanas.

Dos años después, Song regresa con Amores materialistas, una propuesta que, en apariencia, se adentra en un terreno más ligero y superficial: el mundo de las citas modernas, el materialismo emocional y el matrimonio entendido como una transacción. Sin embargo, el filme confirma que la cineasta sigue interesada en los dilemas íntimos de sus personajes y en cómo la sociedad contemporánea deforma los afectos y condiciona los sentimientos.

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La historia sigue a Lucy (Dakota Johnson), una casamentera profesional que trabaja en Nueva York organizando encuentros para clientes que buscan parejas ideales con criterios meticulosamente calculados casi siempre asociados a números y cifras: ingresos, altura, edad, estatus, apariencia (y hasta cuántos cabellos tiene en la cabeza). Ella misma ha decidido volverse una “materialista orgullosa” después de una ruptura dolorosa con John (Chris Evans), un actor en apuros económicos pero emocionalmente honesto.

No obstante, su mundo se ve sacudido cuando conoce a Harry (Pedro Pascal), un magnate encantador que parece cumplir con todos los requisitos que sus clientes y ella misma valoran: atractivo físico, éxito profesional, riqueza deslumbrante y una cortesía que roza la perfección estratégica. Así se configura un triángulo amoroso que encarna el dilema central de la película: ¿apostar por la comodidad material y la seguridad económica o por la autenticidad emocional, siempre más incierta y arriesgada?

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El guion, también escrito por Song, combina observaciones mordaces sobre el mundo de las citas con una serie de metáforas que buscan enfatizar su crítica social. La escena inicial, donde una pareja de cazadores-recolectores del periodo Paleolítico se compromete con un anillo hecho de flores, es una declaración de intenciones: el amor, en su origen, era puro, sencillo y libre de transacciones. Ese contraste con la actualidad (donde las aplicaciones de citas funcionan como catálogos, las personas son reducidas a productos y el romance parece un cálculo financiero) atraviesa toda la narrativa.

En este sentido, la película dialoga directamente con el concepto de “amor líquido” de Zygmunt Bauman. El sociólogo polaco señalaba que en la modernidad tardía los vínculos afectivos se han vuelto frágiles, fugaces y utilitarios, como si se consumieran bajo la misma lógica que los bienes de mercado. Lucy encarna esta visión: sus relaciones personales son permeadas por su oficio y por la idea de que el amor es un negocio que debe maximizar beneficios y minimizar riesgos. Harry representa el triunfo de esa lógica, mientras que John es el recordatorio de una conexión que escapa al cálculo.

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Sin embargo, donde Vidas pasadas destacaba por su sutileza y su delicada construcción emocional (capaz de transmitir anhelo y melancolía con apenas un gesto o un silencio), Amores materialistas tropieza en su tono y estructura. La ópera prima de Song lograba que cada mirada y cada pausa tuvieran un peso dramático, invitando al espectador a habitar la intimidad de sus personajes sin subrayados ni excesos. En cambio, su segundo largometraje alterna comedia romántica, melodrama y hasta un giro hacia el thriller emocional, sin encontrar una cohesión plena.

Esta irregularidad hace que uno como espectador perciba que los personajes habitan películas distintas. El protagonista de Los 4 Fantásticos y The Last of Us aporta encanto cómico; el Capitán América parece estar en un drama vulnerable y la actriz de Suspiria y Cincuenta sombras de Grey en una apatía que podría confundirse con contención. El resultado es un relato fragmentado que, en ocasiones, desconecta al público de sus dilemas.

A nivel visual, Song mantiene su ambición estética. La fotografía de Shabier Kirchner apuesta por tonos cálidos y difusos, con fugas de luz que confieren a ciertas escenas (especialmente la boda inicial y la última confrontación entre Lucy y John) un aire etéreo y casi nostálgico. No obstante, esta belleza formal a veces parece un disfraz para una narrativa que se siente menos orgánica que en su ópera prima. La puesta en escena es refinada, pero la emoción no siempre alcanza la misma profundidad.

Uno de los aciertos de la película está en la representación de las interacciones profesionales de Lucy. Las entrevistas con sus clientes son un espejo de nuestras ansiedades contemporáneas; personas que buscan pareja con listas interminables de requisitos, como si el amor fuera un producto que se adquiere bajo estrictas especificaciones. Song observa este fenómeno con una mezcla de ironía y tristeza, revelando cómo la búsqueda de la perfección conduce inevitablemente a la frustración.

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En contraste, los momentos entre Lucy y John rescatan lo que Bauman llamaría la experiencia del amor como “acto de fe”. La química entre ambos recuerda que los vínculos auténticos requieren vulnerabilidad, riesgo y aceptación de la imperfección. Cada vez que la película se centra en ellos, asoma la emotividad que podría haber convertido a Amores materialistas en un drama memorable, pero estos destellos quedan opacados por un guion que a veces subraya sus ideas con exceso.

El filme también plantea una pregunta incómoda: ¿es posible amar sin transacciones en un mundo que ha convertido todo en mercancía? La propia Lucy parece atrapada entre su deseo de seguridad y la nostalgia por un amor genuino. Cuando rechaza un anillo de diamantes para aceptar uno de flores, el gesto busca recuperar el sentido original del compromiso, aunque la escena resulte demasiado explícita para generar un verdadero impacto emocional.

Aunque no alcanza la emotividad de Vidas pasadas, Amores materialistas ofrece destellos de talento y momentos que invitan a la reflexión. En última instancia, la película parece decirnos que mientras los vínculos humanos se midan en términos de costo y beneficio, seguirán siendo líquidos, frágiles y descartables. El amor verdadero, el que desafía la lógica transaccional, solo emerge cuando se renuncia al control y a la perfección.

Amores Materialistas
Amores Materialistas
Fecha de estreno 31 de julio de 2025 | 1h 57min
Dirigida por Celine Song
Con Dakota Johnson, Pedro Pascal, Chris Evans
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3,0
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3,5
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