Valentina ha aprendido a quererse y aceptarse tal como es: una joven muy tierna y de grandes sentimientos, aunque lucha con su hábito de comer en exceso. Durante mucho tiempo, intentó llenar el vacío en su alma refugiándose en los dulces, lo que solo le llevó a aumentar de peso. Ahora, habiendo terminado sus estudios, está lista para reencontrarse con su madre, Eva Lanz, a quien no ha visto desde que tenía ocho años.