Desde 2001: Una odisea del espacio de Stanley Kubrick hasta Ex Machina de Alex Garland, pasando por Blade Runner de Ridley Scott y Terminator de James Cameron, la ciencia ficción, lejos de limitarse a los escenarios futuristas y a las tecnologías imposibles, ha demostrado ser un género fértil para explorar los temores, las utopías y las tensiones sociales de cada época. En América Latina, y particularmente en Argentina, esta vertiente narrativa ha servido como espacio de resistencia simbólica, crítica política y reflexión filosófica.
En este contexto, El Eternauta, la nueva producción de Netflix, no solo recupera una de las obras más emblemáticas del cómic argentino, sino que vuelve a poner en discusión las posibilidades del género en el presente. La serie protagonizada por Ricardo Darín, Carla Peterson y César Troncoso condensa muchas de las inquietudes que han marcado a la ciencia ficción: la amenaza invisible, la ocupación externa, la memoria fragmentada y la dignidad de lo común frente a lo extraordinario.
Por eso, a continuación proponemos cinco películas argentinas de ciencia ficción que merecen ser vistas por quienes están fascinados con El Eternauta. Algunas son distopías urbanas que dialogan directamente con los temas del cómic; otras abordan desde diferentes registros (el expresionismo, el absurdo, el realismo especulativo) la experiencia del extrañamiento, el control y la resistencia. Todas, sin excepción, muestran que la ciencia ficción argentina es mucho más que un género menor: es una manera de pensar lo político desde lo fantástico.
‘Invasión’

Ambientada en la ficticia ciudad de Aquilea, Invasión, película de 1969, narra la resistencia silenciosa de un grupo de hombres comunes ante fuerzas que buscan apoderarse del orden urbano. Escrita por Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, la película propone una fantasía inquietante sin elementos sobrenaturales: una lucha urbana contra una amenaza que nunca se revela del todo, evocando tanto la Ilíada como El Eternauta.
Hugo Santiago, discípulo de Robert Bresson, dirige con precisión esta alegoría de opresión y resistencia. Filmada poco después de la Revolución Argentina, Invasión anticipa el clima de persecución política que azotaría al país en la década siguiente. Prohibida y parcialmente destruida por la dictadura, su restauración en 2004 rescató una de las obras más enigmáticas del cine argentino. Su estética austera y su carga simbólica la convierten en un punto de inflexión entre el cine clásico y una ciencia ficción profundamente local.
‘Hombre mirando al sudeste’

Rantés (Hugo Soto) aparece sin aviso en un hospital psiquiátrico de Buenos Aires, afirmando ser un visitante de otro planeta. Su presencia desencadena un conflicto ético y emocional en el doctor Denis (Lorenzo Quinteros), quien se debate entre la razón científica y la atracción por este ser que parece comprender la humanidad mejor que los propios humanos. El enigma de Rantés actúa como catalizador para que el médico enfrente sus propias carencias afectivas y existenciales.
Eliseo Subiela transforma esta premisa en una reflexión profundamente filosófica sobre el dolor, la indiferencia y la esperanza. Sin tecnología futurista ni efectos especiales, Hombre mirando al sudeste se apoya en la potencia de las ideas y el duelo interpretativo entre Hugo Soto y Lorenzo Quinteros. Es ciencia ficción en su forma más humana, donde lo extraordinario es una excusa para hablar del abandono, la locura y la necesidad de creer en algo más allá de lo tangible.
‘Moebius’

En Moebius, dirigida por Gustavo Mosquera, cuando un tren desaparece misteriosamente en los túneles del subterráneo de Buenos Aires, un joven topólogo es convocado para descifrar el enigma. Lo que comienza como una pesquisa matemática se transforma en una angustiante metáfora sobre la desaparición, la burocracia sorda y el olvido sistemático. Las estaciones vacías y los túneles interminables refuerzan la sensación de encierro y desorientación tanto física como simbólica.
Inspirada en el relato Un subterráneo llamado Moebius, la película construye un universo cerrado, casi claustrofóbico, donde la geometría se vuelve tragedia. Moebius alude de manera soterrada a la historia argentina reciente, haciendo del espacio urbano una representación del trauma político y la memoria negada. Su estética fría y sus movimientos circulares encapsulan el sentimiento de un país atrapado en su propio laberinto.
‘La antena’

En una ciudad sin voz, gobernada por un tirano llamado Mr. TV, la única esperanza reside en una cantante que aún conserva su voz. Esta distopía muda llamada La antena e inspirada en el cine expresionista de F.W. Murnau y Fritz Lang, mezcla estética vintage con una crítica feroz al control mediático y la alienación. La ausencia de sonido como recurso central refuerza el mensaje político: un pueblo sin palabras es un pueblo sin resistencia.
Esteban Sapir construye una fábula visualmente deslumbrante, donde cada encuadre parece una ilustración en movimiento. La antena es una obra singular que actualiza el cine silente con técnicas contemporáneas, una joya de la ciencia ficción poética y política. Es también un homenaje al poder de la imagen y el lenguaje, capaces de levantar rebeliones o perpetuar esclavitudes invisibles.
‘Me encontrarás en lo profundo del abismo’

En un mundo postapocalíptico azotado por invasores alienígenas, Bannon vaga sin rumbo por una ciudad devastada. Rodeado de criaturas colosales y amenazas latentes, su ineptitud e ingenuidad convierten su supervivencia en una odisea tan absurda como desesperante. Las ruinas que recorre, vacías y húmedas, configuran un paisaje de derrota donde el humor se mezcla con el espanto.
El director Matías Rispau apuesta por un tono oscuro y desolador, combinando ciencia ficción con humor negro y crítica social. La atmósfera opresiva y el minimalismo narrativo refuerzan una sensación de derrota y aislamiento, convirtiendo al filme en un retrato grotesco del colapso humano. Me encontrarás en lo profundo del abismo es una sátira amarga sobre la fragilidad de nuestras certezas y la facilidad con que el mundo conocido puede derrumbarse.