A lo largo de la historia del cine, muchos actores han llevado sus interpretaciones al límite para lograr una conexión auténtica con sus personajes. Sin embargo, en algunas ocasiones, esa inmersión emocional y física ha dejado cicatrices reales. Desde los dramas psicológicos del cine clásico hasta las intensas producciones del cine contemporáneo, varios intérpretes confesaron la necesidad de terapia después de ciertas filmaciones, al no poder desprenderse del peso de los roles que encarnaron.
Casos como el de Vivien Leigh, cuya interpretación como Blanche DuBois en Un tranvía llamado deseo, de Elia Kazan, contribuyó a acentuar sus problemas de salud mental, o el de Malcolm McDowell tras La naranja mecánica de Stanley Kubrick, han demostrado que los efectos de una película no terminan cuando se apagan las cámaras. La exigencia emocional, la carga simbólica o incluso el ambiente tóxico de algunos rodajes pueden dejar huellas profundas, independientemente de la época o el género cinematográfico.
En tiempos más recientes, actores y actrices han sido más abiertos respecto al impacto psicológico que han sufrido después de participar en proyectos extremos o emocionalmente desgastantes. Ya sea por las condiciones del rodaje, por la complejidad del papel o por el aislamiento emocional que puede implicar una transformación tan intensa, muchos intérpretes han relatado cómo fue necesario recurrir a ayuda profesional para poder sanar.
Isabelle Adjani
Gaumont
En La Posesión, de Andrzej Żuławski, Isabelle Adjani asumió el reto de interpretar dos versiones de una misma mujer, atrapada entre la locura, el deseo y lo inexplicable. Su actuación, celebrada por su intensidad, también tuvo un costo enorme: años después, la actriz reveló que el rodaje le dejó secuelas psicológicas duraderas y que requirió años de terapia para recuperar la estabilidad emocional.
Adjani confesó que desarrollar el papel de Anna fue tan demandante que llegó a creer que había desarrollado un trastorno de estrés postraumático. En un documental dirigido por Żuławski en 2000, se menciona incluso que la actriz intentó suicidarse tras la filmación. En retrospectiva, Adjani ha descrito La Posesión como la película más extrema que ha hecho y asegura que apenas logró salir con su cordura intacta.
Val Kilmer
Bill Graham Film
Para interpretar al mítico Jim Morrison en The Doors, Val Kilmer adoptó un enfoque de actuación tan inmersivo que perdió la noción de sí mismo. Estudió decenas de canciones, entrevistó a personas cercanas al cantante y moldeó su físico con dieta y disciplina para parecerse lo más posible al líder de The Doors. Durante el rodaje, circulaban rumores de que el actor exigía ser llamado "Jim" en el set.
El resultado fue una transformación tan profunda que Kilmer no pudo desprenderse fácilmente del personaje una vez terminado el rodaje. El también actor de Batman Forever y La isla del Dr. Moreau reveló en entrevista con The Washington Post que tuvo que iniciar un proceso de terapia para volver a conectarse con su identidad. Su recuperación, según contó, implicó una nueva búsqueda espiritual para salir del trance emocional en el que lo había sumido el papel.
Alex Wolff
A24
La interpretación de Alex Wolff en Hereditary, dirigida por Ari Aster, es una de las más inquietantes del cine de terror reciente. En el papel de Peter Graham, el joven actor debió llevar su cuerpo y mente al límite, protagonizando escenas de gran intensidad emocional y física, como aquella en la que se golpea repetidamente la cabeza contra una mesa. El impacto fue tal que Wolff recurrió a terapia tras el rodaje, afectado por episodios severos de insomnio y ansiedad.
En una entrevista con Vice, Wolff confesó que la experiencia lo marcó profundamente, al punto de considerar que desarrolló un tipo de estrés postraumático. Aunque se mostró renuente a hablar abiertamente del daño emocional, temiendo parecer pretencioso, reconoció que fue uno de los proyectos más difíciles de su carrera. Para él, actuar no siempre es cómodo, y hay ocasiones en que dejar el personaje atrás no es tan sencillo como parece.
Michael B. Jordan
Marvel Studios
Para dar vida al complejo Erik Killmonger en Pantera Negra del MCU, Michael B. Jordan se sumergió en una mentalidad oscura y vengativa que terminó por afectarlo más de lo que imaginaba. El actor se aisló por completo para conectar con la rabia y el dolor de su personaje, un villano con una historia trágica y un sentido de justicia distorsionado que desafía al protagonista interpretado por Chadwick Boseman.
En conversación con Oprah Winfrey, Jordan admitió que, a pesar de disfrutar cada proyecto con el director Ryan Coogler, entrar en ese estado emocional constante lo dejó emocionalmente agotado y con síntomas de depresión. Incluso después del rodaje, le costó reconectarse con el amor y la apertura emocional, cualidades que Killmonger le exigía reprimir. Fue solo con el tiempo y la ayuda de la terapia que logró salir del personaje y recuperar su equilibrio emocional.
Dakota Johnson
Amazon Studios
Suspiria, el inquietante remake de Luca Guadagnino estrenado en 2018, llevó a Dakota Johnson a buscar ayuda psicológica tras finalizar el rodaje. En esta reinterpretación del clásico de Dario Argento de 1977, la actriz interpreta a Susie Bannion, una joven bailarina estadounidense que viaja a Berlín para unirse a una prestigiosa academia de danza. Sin embargo, el lugar oculta un perturbador secreto relacionado con rituales ocultistas, violencia psicológica y un legado sobrenatural que se manifiesta a través de la danza.
Durante una rueda de prensa en el Festival de Cine de Venecia, la actriz de Cincuenta sombras de Grey y Amores materialistas reconoció que las escenas intensas y el tono sombrío del filme afectaron su salud mental. Aseguró que hablar con alguien comprensivo después de filmar fue esencial para poder avanzar. La experiencia la marcó como actriz, no solo por la exigencia física del papel, sino por el peso emocional que arrastró incluso después de terminar la película.