Durante décadas, el cine de terror fue considerado un territorio dominado por la mirada masculina. Figuras como Alfred Hitchcock con Psicosis, William Friedkin con El exorcista, John Carpenter con Halloween o Ridley Scott con Alien: El octavo pasajero sentaron las bases del horror moderno: la paranoia, la amenaza externa, el cuerpo femenino como espacio del miedo. Estas obras, esenciales en la historia del género, configuraron un imaginario donde el terror solía emanar de lo desconocido, de lo sobrenatural o de la violencia irracional del hombre.
Sin embargo, a partir de las últimas décadas del siglo XX y lo que llevamos del XXI, varias cineastas comenzaron a subvertir estas estructuras, explorando el miedo desde lo íntimo, lo cotidiano y lo emocional. Directoras como Kathryn Bigelow, Jennifer Kent o Julia Ducournau demostraron que el horror no pertenece a un género, sino a una sensibilidad capaz de encontrar lo monstruoso en las grietas de la vida diaria. En sus manos, el terror se convierte en una herramienta de reflexión sobre la identidad, la maternidad, la adolescencia o la represión social.
En esa línea, Disney+ contiene tres títulos recientes dirigidos por mujeres que transforman lo ordinario en pesadilla. Más allá del susto o la sangre, estas películas nos invitan a mirar el miedo como un espejo de nuestras propias contradicciones.
‘La primera profecía’
20th Century Studios
Dirigida por Arkasha Stevenson y protagonizada por Nell Tiger Free, La primera profecía funciona como precuela del clásico de Richard Donner de 1976. La historia sigue a una joven novicia estadounidense enviada a Roma, donde empieza a sospechar que algo siniestro se esconde en el corazón de la Iglesia. Su investigación la lleva a descubrir una conspiración que busca traer al mundo al mismísimo Anticristo.
Con un tono entre lo gótico y lo psicológico, Stevenson rescata los códigos del horror religioso para construir un relato sobre la fe, el cuerpo y la manipulación institucional. El terror surge de una problemática profundamente real: la violencia ejercida por las estructuras patriarcales en el seno de la religión. A través del simbolismo de la maternidad demoníaca y del cuerpo femenino como vehículo de lo sagrado y lo profano, la película examina el control que las instituciones ejercen sobre la mujer.
‘Diabólica tentación’
Fox Atomic
Escrita por Diablo Cody, Diabólica tentación gira en torno a Jennifer (Megan Fox), una adolescente poseída por un demonio después de un ritual satánico fallido, que empieza a devorar a los chicos de su escuela al tiempo que mantiene una relación de íntima confianza con Needy (Amanda Seyfried), una de sus compañeras. Detrás de su premisa sobrenatural, el guion desarrolla una sátira feroz sobre la amistad femenina, la sexualidad adolescente y la mirada masculina que cosifica el cuerpo femenino.
El horror aquí no proviene solo del demonio, sino del entorno social que moldea a las jóvenes bajo estándares imposibles. La directora Karyn Kusama utiliza el lenguaje del gore y del humor negro para mostrar cómo el deseo y la rivalidad son manipulados en una cultura que fetichiza la juventud femenina. En su lectura más profunda, Diabólica tentación es una parábola sobre la venganza simbólica de las mujeres convertidas en objetos de deseo, un grito subversivo en clave de horror pop.
‘El monstruo dentro de mí’
Fever Dream Studios
El monstruo dentro de mí, escrita y dirigida por Anna Zlokovic y protagonizada por Hadley Robinson, relata la historia de Hannah, una joven diseñadora que lleva una vida aparentemente estable pero que sufre de ansiedad crónica y autocrítica constante. Un día, su estrés se materializa en forma de un tumor viviente que crece en su cuerpo y comienza a tomar control de su mente. Zlokovic combina el body horror con la sátira social, creando una metáfora grotesca y brillante sobre la autoexigencia contemporánea.
El monstruo no representa una amenaza externa, sino la voz interior del perfeccionismo y la inseguridad. A través de un lenguaje simbólico que recuerda a David Cronenberg, Zlokovic examina cómo el capitalismo emocional y la presión por la productividad generan monstruos internos que devoran la autoestima. El cuerpo, convertido en campo de batalla, refleja el desgaste psicológico de una generación atrapada entre el éxito y la autoaniquilación. En su núcleo, la película revela una verdad perturbadora: a veces el enemigo más cruel es uno mismo.