El final de ‘Frankenstein’ en Netflix podría dejar al espectador con el corazón roto. ¿Por qué su desenlace es distinto al del libro de Mary Shelley? Una historia de perdón, redención y belleza trágica redefine al monstruo más humano del cine.
El estreno de Frankenstein de Guillermo del Toro en Netflix marca un punto cunre en la carrera del cineasta mexicano. Con su característico estilo gótico y una sensibilidad profundamente humana, el director reinterpreta la novela de Mary Shelley desde una mirada más compasiva. Jacob Elordi y Oscar Isaac protagonizan esta historia de redención, en la que el horror da paso al perdón y a la búsqueda de sentido.
En el filme, la historia comienza en el Ártico, donde el Capitán Anderson, interpretado por Lars Mikkelsen, lidera una expedición atrapada en el hielo. Allí encuentran a Victor Frankenstein, herido y delirante, quien relata cómo dio vida a la criatura. Poco después, el propio ser aparece en el barco, decidido a contar su versión. A partir de ambos testimonios, el relato adquiere una nueva dimensión moral.
Desgarrador y esperanzador: así es el desenlace de ‘Frankenstein’ de Guillermo del Toro
El clímax del filme llega con un giro profundamente emotivo. Victor y la criatura se enfrentan por última vez, pero en lugar de un desenlace trágico dominado por la venganza, del Toro elige la reconciliación. Victor pide perdón a su creación, y ésta, en un gesto de humanidad inesperada, lo perdona antes de que muera. Ese intercambio silencioso de comprensión mutua representa el corazón de la película.
Tras la muerte de Victor, la criatura ayuda al Capitán Anderson a liberar la embarcación del hielo, un acto simbólico que refleja su redención. Finalmente, se aleja caminando hacia el horizonte helado, no hacia la muerte, sino hacia una nueva oportunidad de existir. El filme cierra con una cita de Lord Byron: “Y así, el corazón se rompe, pero aun roto, pervive”, tomada de Childe Harold’s Pilgrimage, un poema sobre la melancolía y la búsqueda del sentido en la desolación.
¿Qué sucede al final de la obra original escrita por Mary Shelley?
Este desenlace contrasta profundamente con el de la novela original de Mary Shelley. En el libro de 1818, Victor muere sin reconciliarse con su creación. Es Robert Walton (el explorador ártico que narra parte de la historia) quien presencia cómo el monstruo llora sobre el cadáver de su creador. No hay perdón ni redención, solo un vacío de soledad y culpa que lleva a la criatura a decidir su propia destrucción.
En la obra original, el monstruo es trágicamente consciente de su aislamiento. “Ninguna simpatía podré encontrar jamás”, lamenta, antes de anunciar su intención de morir. Su partida final (hacia las tinieblas del Ártico, sobre una balsa de hielo) simboliza la extinción de la esperanza y la condena del hombre que quiso ser Dios. Es un final cerrado, dominado por la fatalidad.
Del Toro, en cambio, reescribe ese momento desde la compasión. Su criatura no busca morir, sino entender su lugar en el mundo. En lugar de un castigo cósmico, hay una forma de trascendencia emocional. El perdón que el monstruo otorga a su creador es, en esencia, un acto de libertad, rompiendo el ciclo de odio y culpa.
Visualmente, el final de la película es una oda a la belleza en la desolación. La nieve, el silencio y la luz del amanecer sugieren una resurrección espiritual. El monstruo de Elordi, más inteligente y sereno que el de Shelley, no desaparece entre las sombras: se disuelve en la inmensidad del hielo, pero con una leve esperanza, como si el alma pudiera sobrevivir a la tragedia.
Al optar por un cierre esperanzador, el director de La forma del agua y El laberinto del fauno no contradice a Shelley, sino que dialoga con ella. Donde la autora vio castigo y pérdida, él encuentra posibilidad y redención. Es así como la película no trata sólo del horror de la creación, sino del milagro del perdón. En esa última mirada hacia el sol, el monstruo deja atrás el mito para convertirse, al fin, en humano.