En 2015, tras el éxito de Lucy y Avengers: Age of Ultron, Scarlett Johansson fue elegida para protagonizar la adaptación live-action de Ghost in the Shell. Basada en el manga de Masamune Shirow, esta historia cyberpunk no solo explora los límites entre la humanidad y la tecnología, sino que también plantea dilemas filosóficos sobre la identidad y la conciencia. Con un estilo visualmente impactante y una trama que combina acción con reflexión existencial, la expectativa por su adaptación era enorme.
Cuando DreamWorks, bajo la supervisión de Steven Spielberg, adquirió los derechos para llevar la historia a la pantalla grande, el proyecto fue visto como una apuesta ambiciosa. Se trataba de adaptar un clásico del anime japonés con una estética distintiva y un mensaje complejo.
Paramount Pictures
Sin embargo, la elección de Johansson para interpretar a la Mayor Motoko Kusanagi generó una fuerte controversia, ya que muchos fans argumentaron que el personaje debía ser encarnado por una actriz asiática. Para muchos, esto fue un ejemplo más de “whitewashing” en Hollywood, una práctica en la que actores blancos interpretan personajes originalmente pertenecientes a otras etnias.
El descontento creció cuando se filtraron reportes de que los productores habían probado efectos visuales para alterar la apariencia de Johansson y hacer que pareciera más asiática. Aunque Paramount negó haber realizado estas pruebas directamente sobre la actriz y aclaró que solo se habían aplicado a un actor de fondo, la polémica fue suficiente para afectar la percepción pública del filme.
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Acción, tecnología y dilemas éticos en ‘Ghost in the Shell’, disponible en Netflix
El estreno de La vigilante del futuro: Ghost in the Shell en 2017 estuvo marcado por una recepción dividida. Mientras algunos espectadores y críticos aplaudieron el impresionante apartado visual y la fiel recreación de algunas secuencias icónicas del anime de 1995, otros la rechazaron categóricamente debido a la controversia de su casting. En particular, el giro narrativo que revela que el cerebro de la protagonista perteneció originalmente a una mujer japonesa avivó aún más las críticas.
El filme, dirigido por Rupert Sanders, sigue a la Mayor, una soldado cibernética de élite que lucha contra el crimen en un mundo donde la línea entre humanos y máquinas es cada vez más difusa. Su misión la lleva a descubrir secretos sobre su propio pasado, lo que la obliga a cuestionar quién es realmente y si su identidad sigue intacta tras haber sido transformada en un cuerpo artificial.
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Curiosamente, la recepción en Japón fue menos polémica que en Occidente. Mamoru Oshii, director de las películas animadas de Ghost in the Shell, defendió la elección de Johansson argumentando que la Mayor es un cyborg y que su cuerpo es solo una carcasa que no define su verdadera identidad. Además, la ciudad en la que transcurre la historia fue concebida como un entorno multicultural, lo que para algunos justificaba la presencia de actores de diversas nacionalidades, incluyendo al japonés Takeshi Kitano, la francesa Juliette Binoche y el danés Pilou Asbæk.
Más allá de las críticas, La vigilante del futuro: Ghost in the Shell es una película que brilla en varios aspectos. Su apartado visual, con una cuidadosa construcción de un mundo futurista lleno de luces de neón y arquitectura opresiva, logra capturar la esencia cyberpunk del material original. Scarlett Johansson ofrece una interpretación contenida y minimalista que refleja la desconexión emocional de su personaje. Ahora disponible en Netflix México, es una oportunidad para redescubrir esta controvertida pero visualmente fascinante adaptación.