Desde su primera entrega en 2014, la saga John Wick se ha ganado un lugar de honor entre los fanáticos del cine de acción contemporáneo. Su estilo visual preciso, las coreografías minuciosas y una narrativa casi mitológica en torno a su protagonista, han convertido a esta franquicia en un fenómeno de culto. Pero más allá de las balas y la violencia estilizada, hay un profundo respeto por el cine clásico que se manifiesta en pequeños y brillantes homenajes.
Uno de estos guiños se encuentra en los primeros segundos de John Wick 2: Un nuevo día para matar. En su secuencia inicial ambientada en Nueva York, antes de que empiece la acción desenfrenada, se proyecta en la fachada de un edificio una escena de Sherlock Jr., la obra maestra de Buster Keaton. “Queremos dejar claro que nos estamos divirtiendo y que robamos todo esto de los maestros del cine mudo”, confesó el director Chad Stahelski. Es un tributo fugaz, pero poderoso, a una era que marcó los fundamentos del lenguaje cinematográfico.

A los 43 segundos: así comienza ‘John Wick 2’ con un clásico de Buster Keaton
El homenaje a Keaton no es casual ni decorativo. Sherlock Jr. es una joya del cine mudo que marcó a generaciones. En esta película de 1924, Keaton interpreta a un proyeccionista que sueña con ser detective y que, en uno de los momentos más icónicos, entra literalmente a la pantalla de cine. Una de sus secuencias más memorables es la persecución en motocicleta, donde Buster termina montado solo sobre el manillar, sin saber que su acompañante cayó, y atraviesa calles, puentes colapsados y todo tipo de obstáculos con una mezcla de destreza física, peligro real y comedia visual impecable.
Keaton no usó efectos digitales ni dobles para esa secuencia. Aprendió a controlar la moto desde el manillar y filmó en locaciones reales. El resultado es una persecución que aún hoy asombra por su autenticidad y precisión. La escena se siente espontánea, casi como si todo ocurriera por obra del azar, y eso le otorga un tipo de magia que pocas películas modernas logran capturar.

En John Wick 2, ese espíritu de riesgo y precisión vive en sus coreografías de combate. Aunque los cortes de edición son más veloces, hay un respeto por mostrar la acción de cuerpo completo, en planos abiertos, tal como lo hacían los maestros del cine mudo. Keanu Reeves, como Keaton, entrena rigurosamente para realizar sus propias acrobacias. Lo que Stahelski y su equipo llaman “gun-fu” (una mezcla de combate armado y cuerpo a cuerpo) tiene más en común con el cine de Keaton o Chaplin que con las explosiones digitales del cine contemporáneo.
Más allá del espectáculo, John Wick 2 se construye sobre una herencia silenciosa. La figura solitaria de Wick, su parquedad, su ética de justicia personal y su marginación, lo acercan más a un vagabundo chaplinesco que a un héroe tradicional. Con el cameo de Sherlock Jr. en su arranque, la película rinde homenaje a un cine que sigue enseñando cómo emocionar, hacer reír y sorprender, incluso sin decir una palabra.
