La serie Adolescencia, disponible en Netflix, se ha convertido en una de las producciones más comentadas del año por su mirada cruda y actual sobre la violencia en la juventud. A través de una narrativa oscura y compleja, explora el mundo del acoso escolar, la misoginia digital y la pérdida de empatía entre adolescentes. Lejos de ser una obra más sobre dramas juveniles, la serie se atreve a abordar cómo el odio y el aislamiento germinan en las nuevas generaciones.
Uno de los aspectos más perturbadores de Adolescencia es su capacidad para reflejar una realidad incómoda: la normalización de la violencia como herramienta de pertenencia o defensa. El drama retrata con precisión cómo muchos adolescentes no comprenden de dónde surgen su frustración o ira, y cómo esas emociones se canalizan hacia otros con consecuencias devastadoras. Sin embargo, esta inquietud por entender la raíz del odio infantil no es nueva. Hace más de tres décadas, Hayao Miyazaki ya se hacía las mismas preguntas con una película que sorprendió por su tono sombrío: La princesa Mononoke.
Netflix
‘La princesa Mononoke’ y su reflexión sobre la rabia oculta en los niños
Estrenada en 1997, La princesa Mononoke se convirtió rápidamente en un fenómeno en Japón. Sin embargo, su llegada a Occidente fue más compleja, en gran parte por su nivel de violencia y carga simbólica. En un contexto donde las películas del Studio Ghibli eran vistas como cine familiar, resultó transgresor e incómodo encontrar escenas que mostraban decapitaciones, sangre y conflictos bélicos. Miyazaki nunca consideró que su obra promoviera la violencia, sino que pretendía exponerla como una parte inevitable de la condición humana.
En una sesión de preguntas y respuestas recuperada por el sitio Discover Ghibli, el director explicó que evitar representar la violencia no hace más convincente una historia para los niños. “La violencia ya existe dentro de ellos”, afirmó Miyazaki, agregando que no se trataba de una película para disfrutar la violencia, sino para reflexionar sobre ella. En La princesa Mononoke, el personaje de Ashitaka encarna esa lucha interna contra el odio. Su viaje no es simplemente físico, sino emocional: cómo controlar el rencor, la rabia y la necesidad de venganza.
Studio Ghibli
Miyazaki afirmó que muchos niños japoneses también se sienten perdidos frente a sus propios impulsos agresivos. "Se preguntan por qué se frustran consigo mismos, por qué odian a los demás, por qué no pueden hacer amigos", señaló el director de El viaje de Chihiro y El increíble castillo vagabundo. Para él, el cine es un espacio donde esos sentimientos pueden ser representados, comprendidos y quizá, al final, transformados. La princesa Mononoke no glorifica la violencia, la muestra como un mal que nace del miedo, la ambición y la incomprensión entre especies y generaciones.
La obra también plantea una pregunta fundamental: ¿están los seres humanos realmente bendecidos? ¿O son víctimas de su propia destrucción? Para Miyazaki, los sistemas educativos y sociales aún no han dado respuesta a estas preguntas, limitándose a enseñar cómo ser “buenos ciudadanos” sin abordar el fondo emocional de la juventud. De ahí que el cine se convierta en un vehículo poderoso para plantear estos dilemas, especialmente en obras como Mononoke, donde incluso en medio del odio, es posible vislumbrar la belleza y la esperanza.
