Hayao Miyazaki es reconocido no solo por ser la mente detrás de obras maestras como El viaje de Chihiro, Mi vecino Totoro y La princesa Mononoke, sino también por su férrea oposición al uso de la inteligencia artificial en el arte y la animación. Para él, la IA representa una afrenta a la vida, ya que carece de la capacidad de reproducir las emociones genuinas que sus películas buscan transmitir, como la melancolía de El increíble castillo vagabundo o la conexión con la naturaleza en Nausicaä guerreros del viento.
Recientemente, OpenAI lanzó GPT-4o, su modelo más avanzado de generación de imágenes, lo que ha llevado a una avalancha de creaciones en redes sociales inspiradas en el estilo de Studio Ghibli. Incluso el CEO de OpenAI, Sam Altman, cambió su foto de perfil a una versión de sí mismo en ese estilo. Sin embargo, pocos parecen haber considerado la opinión de Miyazaki sobre el uso de la IA en el arte.

OpenAI y la controversia con imágenes al estilo Studio Ghibli
Miyazaki ha sido muy claro en su rechazo hacia la inteligencia artificial aplicada a la animación. En 10 Years with Hayao Miyazaki, un documental de NHK producido en 2020, se le mostró un experimento de animación generada por IA, en el que un ser con movimientos extraños y carentes de lógica biológica era presentado como un avance en la industria. Su reacción fue tajante: sintió que era una falta de respeto hacia la vida misma y que quienes desarrollaban esta tecnología no comprendían el verdadero significado del dolor humano.

Este rechazo de Miyazaki no es infundado. Su cine se ha caracterizado por transmitir emociones profundas y auténticas, desde la nostalgia y la melancolía hasta la alegría y la esperanza. Películas como El niño y la garza logran conectar con el público gracias a la dedicación y el esfuerzo de animadores y artistas que dan vida a cada cuadro de manera meticulosa y humana.
El uso de la IA para replicar el arte de Studio Ghibli es, en cierto modo, una contradicción. Los fans que admiran el trabajo de Miyazaki parecen ignorar el hecho de que su esencia radica precisamente en la calidez de la animación hecha a mano. Para el director, la animación no se trata solo de imágenes en movimiento, sino de la expresión misma de la creatividad humana.

No es la primera vez que la IA genera controversia en el ámbito del arte. La automatización de procesos artísticos ha generado debates sobre la autenticidad y el valor de las creaciones generadas por algoritmos. Si bien algunas tecnologías pueden ser herramientas útiles para los artistas, reemplazar el proceso creativo con máquinas es una línea que muchos, incluido Miyazaki, no están dispuestos a cruzar.
A pesar del éxito viral de las imágenes generadas por OpenAI con el estilo de Ghibli, queda claro que la animación tradicional sigue siendo insustituible. La humanidad que se transmite en cada trazo y en cada escena es algo que, hasta ahora, ninguna IA ha logrado replicar. Quizás, en lugar de buscar imitar el arte de Miyazaki mediante tecnología, deberíamos enfocarnos en entender y valorar lo que hace que su trabajo sea tan especial.
