Hay películas que quedan marcadas por su leyenda tanto como por su contenido. En el caso de El cuervo, esa leyenda fue trágica: la muerte accidental de su protagonista, Brandon Lee, durante el rodaje. Convertida en un clásico de culto del cine gótico y oscuro de los 90, su influencia fue inmediata y su secuela, inevitable. Ahora, a casi tres décadas de su estreno, El cuervo 2: Ciudad de ángeles, se puede ver en Netflix, durando apenas 84 minutos y despertando nuevas (y viejas) pasiones.
Aunque no goza del mismo reconocimiento que su predecesora, esta segunda entrega ha ganado cierto estatus de culto gracias a su estética visual, su atmósfera lúgubre y una historia con un enfoque distinto. Dirigida por Tim Pope y protagonizada por el actor francés Vincent Perez, la cinta narra la historia de Ashe Corven, un hombre asesinado junto a su hijo por un cartel de drogas en Los Ángeles. Como dicta la mitología de la franquicia, un cuervo lo resucita para que busque venganza y redención, acompañado por Sarah (Mia Kirshner), una vieja conocida del universo del primer filme.

De tragedia a leyenda: la segunda parte de ‘El cuervo’ disponible en Netflix
Una de las diferencias más notables respecto a la primera entrega es el vínculo emocional que impulsa al protagonista. Mientras que Eric Draven regresaba por amor romántico, Ashe vuelve por amor paternal, dando un giro más melancólico y menos comercial a la fórmula. Esto no agradó a todos, pero sí le otorgó un matiz más introspectivo, aunque su potencial fue opacado por los cortes y la intervención de los productores, quienes eliminaron casi una hora del metraje original.
Y es que lo que más se lamenta al ver El cuervo 2 no es su falta de ideas, sino las huellas de una visión más artística que nunca llegó a completarse. Tim Pope tenía la intención de hacer una secuela distinta, más poética y atmosférica. Sin embargo, los productores Harvey y Bob Weinstein intervinieron, reeditando y reconfigurando la cinta para hacerla más accesible, sacrificando coherencia y profundidad en el proceso.

A pesar de sus defectos, la película es un deleite visual. La dirección de arte y la fotografía son, sin duda, sus grandes virtudes. Hay algo hipnótico en su estética decadente, en los tonos dorados y sombríos, en la violencia estilizada que recorre las calles ficticias de Los Ángeles. Y aunque Vincent Perez sobreactúa en algunos momentos, ofrece una entrega intensa que, con otra edición, podría haber brillado más.
El elenco incluye también a figuras que resultan curiosas de ver en retrospectiva: Iggy Pop en un papel secundario y un joven Thomas Jane como parte de la galería de villanos. Aunque muchos han criticado la falta de cohesión narrativa, hay quienes defienden la película por su alma incompleta, por ser testimonio de lo que pudo ser una gran secuela si se le hubiera permitido respirar. El cuervo 2 no es una joya del cine, pero sí una pieza interesante dentro del cine gótico de los 90.
