La cineasta Lila Avilés se ha convertido en una de las voces más singulares del cine mexicano contemporáneo. Su más reciente película, Tótem, es una delicada y poderosa exploración sobre la infancia, la pérdida y la fuerza de los lazos familiares, con una sensibilidad que recuerda al mejor cine de autor europeo. Esta obra consolidó su lugar como directora imprescindible, pero mucho antes de llegar a ese punto, Avilés ya había demostrado su talento con su aclamado primer largometraje.
Bambú Audiovisual
Su ópera prima fue La camarista, una cinta íntima y sobria que reveló el talento de Avilés para capturar las emociones más complejas desde la cotidianidad. Inspirada en el libro Hotel de la artista Sophie Calle, y con ecos formales del cine de Chantal Akerman (autora de Jeanne Dielman 23, Quai Du Commerce, 1080 Bruxelles), la película se adentra en el universo silencioso y rutinario de Evelia, una trabajadora de limpieza en un hotel de lujo de Ciudad de México. Con esta historia, Avilés ofreció un retrato inédito de una clase trabajadora generalmente invisibilizada por el cine.
‘La camarista’ demuestra que el corazón del cine está en lo cotidiano
La camarista está protagonizada por Gabriela Cartol, quien encarna con contención y fuerza a Evelia, una madre soltera que sueña con mejorar su vida mientras limpia habitaciones, cambia sábanas y friega baños en un hotel donde los lujos conviven con la alienación. La película nunca sale del edificio: todo ocurre entre pasillos, ascensores, cuartos y depósitos, reforzando la sensación de encierro. En ese entorno cerrado, Evelia se aferra a metas pequeñas pero significativas, como obtener un ascenso que la lleve al piso 42 o poder quedarse con un vestido rojo olvidado por una huésped.
A pesar del ambiente repetitivo, hay momentos de respiro. Evelia cuida al bebé de una huésped por unos minutos, ayuda a un visitante judío a tomar el ascensor durante el Sabbath, y encuentra en su compañera Minitoy (interpretada por Teresa Sánchez) una aliada que la anima a no perder la esperanza. Avilés construye así una narrativa de detalles mínimos, donde cada gesto tiene peso. La rutina, aunque agotadora, es también el espacio donde Evelia reafirma su identidad y sus deseos.
Bambú Audiovisual
El mérito de Avilés está en convertir la monotonía en drama, sin caer en el sentimentalismo. Evelia no es víctima ni heroína, sino una mujer determinada que se mueve dentro de un sistema jerárquico sin perder su dignidad. Como en Roma de Alfonso Cuarón, aquí también se reivindica a las mujeres trabajadoras, aunque el enfoque de La camarista es más minimalista y enfocado en el entorno laboral más que en la vida familiar del personaje.
La película tuvo una recepción destacada tanto en México como en el extranjero. Se estrenó mundialmente en el Festival de Toronto y fue nominada a ocho premios Ariel, ganando el de Mejor Ópera Prima. En última instancia, La camarista no solo es una de las películas mexicanas más bellas y conmovedoras de los últimos años; también es un homenaje silencioso a las mujeres que sostienen el mundo desde el trabajo invisible. Su fuerza radica en los silencios, en la repetición, en las pequeñas derrotas y en los diminutos triunfos de una protagonista inolvidable.