Este ícono de Hollywood debutó como director hace 44 años: aunque triunfó con el Oscar, hoy está olvidado
Sergio Negrete
Sergio Negrete
-Redactor
Mi infancia estuvo repleta de películas de Disney en VHS. Bien podría ser un personaje de 'El diario de Bridget Jones', 'Fleabag' o 'Parks and Recreation'

En los 80, esta estrella sorprendió al mundo con su primera película como director, ganando la categoría más codiciada. Pero el tiempo fue implacable y hoy su obra maestra no tiene el mismo lugar junto a otros grandes títulos.

Cuando pensamos en los Oscar, hay títulos imposibles de borrar de la memoria. Titanic arrasó con once estatuillas y sigue siendo un referente cultural. El Señor de los Anillos: El retorno del rey cerró su trilogía con una victoria aplastante. Y Star Wars, aunque no ganó la categoría principal, se convirtió en fenómeno mundial que trascendió generaciones, con nada más y nada menos que 10 estatuillas. Estas han sido películas que, aunque pasen las décadas, siempre son tema de conversación.

Pero no todos los triunfos dorados corrieron con la misma suerte. La historia de los Oscar también está llena de ganadores que con el tiempo se desvanecieron con el tiempo del imaginario colectivo. Aunque estas películas en su momento fueron aclamadas, hoy si las mencionas en una reunión, quizá genere dudas sobre qué historia se está hablando. Y ese es justamente el caso de un gigante de Hollywood que, hace 44 años, decidió dar el salto detrás de cámaras.

Gente como uno
Gente como uno
Fecha de estreno 19 de septiembre de 1980 | 2h 04min
Dirigida por Robert Redford
Con Donald Sutherland, Mary Tyler Moore, Timothy Hutton
Medios
4,7
Usuarios
3,1

Un debut que hizo historia

En 1980, Robert Redford debutó como director con Gente como uno, una cinta que arrasó en los premios de la Academia y que hoy parece vivir en las sombras del olvido. 10 años atrás, Redford ya era uno de los actores más reconocidos de la industria, habiendo brillado en películas como Butch Cassidy and the Sundance Kid y El golpe. Y entonces decidió sorprendió al mundo al dirigir un drama familiar íntimo y desgarrador que trataba temas como la culpa, el dolor y las heridas invisibles que deja una tragedia.

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La historia giraba en torno a los Jarretts, una familia de clase media alta en los suburbios de Chicago, que intentan volver a la vida normal después de la muerte de un hijo en un accidente náutico. Tras el incidente, su hijo menor Conrad, agobiado por la culpa de haber sobrevivido, intenta suicidarse y es internado durante un tiempo en un psiquiátrico.

Ahora que ha regresado a casa después de una estadía de cuatro meses en el hospital, se siente como un extraño para sus amigos y familiares, pues sufre de trastorno de estrés postraumático y la culpa del sobreviviente. Además, se ve atrapado entre la frialdad de su madre Beth, que nunca trató de ocultar que su hijo mayor era su favorito, y la fingida alegría de su padre Calvin, que trata de mantener a su familia unida.

La ironía de la cima

El resultado fue un éxito arrollador. La crítica la aplaudió por su sensibilidad y su honestidad emocional. Y en los Oscar de 1981, Gente como uno hizo historia al ganar cuatro premios: Mejor Película, Mejor Director para Redford, Mejor Guion Adaptado y Mejor Actor de Reparto para Hutton. Nada mal para el debut de alguien que solía estar frente a las cámaras.

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Y con semejante fa ma, uno pensaría que Gente como uno estaría en el mismo pedestal que otros dramas ganadores del Oscar, como Forrest Gump o El padrino. Sin embargo, el paso del tiempo no fue tan generoso. Hoy, pocas veces se menciona en listas de las mejores películas de la Academia. Y para muchos cinéfilos jóvenes, ni siquiera suena familiar.

La ironía es brutal: una obra que en su momento fue considerada revolucionaria, que puso a Robert Redford en el mapa como director, ahora se recuerda menos que algunas películas que ni siquiera ganaron el Oscar. Quizá esté olvidada por el público general, pero para quienes la han visto, sigue siendo un recordatorio de que el cine también sirve para hablar de las heridas que no se ven.

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