En Netflix: la inquietante y conmovedora película mexicana que te hará reflexionar sobre la muerte y los lazos familiares
Luis Fernando Galván
Desde 'El arca rusa' de Aleksander Sokurov hasta 'Museo' de Alonso Ruizpalacios, me encantan las películas que se desarrollan al interior de los museos. Como historiador del arte, me interesa explorar los vínculos que existen entre la pintura y el cine como medios de expresión visual.

Netflix recupera este título imprescindible del cine mexicano contemporáneo para recordarnos que incluso en la cercanía de la muerte puede haber espacio para la ternura, la solidaridad y la esperanza.

En los últimos años, el cine mexicano ha entregado discretas pero potentes películas de corte intimista que, alejadas de los grandes reflectores, han encontrado su fuerza en la honestidad emocional. Obras como Las horas contigo de Catalina Aguilar Mastretta o El club de los insomnes de Joseduardo Giordano y Sergio Goyri Jr. retratan la fragilidad de la vida cotidiana y la manera en que las relaciones humanas moldean nuestra percepción de la existencia.

También podemos mencionar títulos como Amores modernos de Matías Meyer o Semana Santa de Alejandra Márquez Abella, filmes que con sensibilidad y sobriedad apuestan por personajes vulnerables que habitan espacios comunes, pero cuya mirada revela algo universal. Es en esta línea donde se inserta Los insólitos peces gato, la ópera prima de Claudia Sainte-Luce que hoy, 12 años después de su estreno, vuelve a encontrar resonancia en Netflix.

Los insólitos peces gato
Los insólitos peces gato
Fecha de estreno 4 de abril de 2014 | 1h 35min
Dirigida por Claudia Sainte-Luce
Con Ximena Ayala, Lisa Owen, Sonia Franco
Medios
3,8
Usuarios
3,1
Streaming

‘Los insólitos peces gato’: una historia de encuentros inesperados disponible en Netflix

La historia comienza con Claudia, interpretada por Ximena Ayala, una joven sumida en la rutina y la soledad. Su vida se limita al trabajo, a desayunos apresurados y a un departamento frío y desordenado. Un dolor repentino la lleva al hospital, donde comparte habitación con Martha, encarnada por Lisa Owen, una mujer enferma en etapa terminal. A diferencia de la hermética Claudia, Martha está rodeada de sus hijos y de un bullicio vital que contrasta con la penumbra inicial del relato.

A partir de esa estancia en el hospital, surge un vínculo inesperado. Martha invita a Claudia a su casa y, sin proponérselo, la joven se adentra en la dinámica caótica y entrañable de una familia marcada por la enfermedad, pero también por la ternura y la convivencia. Claudia, siempre contenida, comienza a hallar un lugar en ese núcleo donde las risas, los juegos y hasta las discusiones ofrecen un calor que nunca había experimentado.

Cine Caníbal

La mirada sensible de Claudia Sainte-Luce en su ópera prima

La cámara de Agnès Godard funciona como un testigo discreto que nos invita a recorrer la intimidad del hogar. Entre pasillos, cocinas y salas, la vida cotidiana se despliega en escenas que parecen insignificantes pero que revelan la fuerza de los lazos humanos. Claudia, con timidez, se convierte poco a poco en parte esencial de la rutina familiar, encontrando en ese desorden un espejo de su propia vida, pero esta vez acompañada.

Más allá de un drama sobre la enfermedad y la muerte, Los insólitos peces gato es un relato sobre la ausencia, el abandono y la necesidad de pertenecer. La película encuentra un equilibrio entre momentos de humor y escenas de dolor, evitando caer en el melodrama fácil. La espontaneidad de los diálogos, las pequeñas discusiones y los instantes de risa compartida le dan un aire de autenticidad que conmueve.

Cine Caníbal

Claudia Sainte-Luce, quien con el paso de los años ha construido una destacada filmografía que incluye títulos como La caja vacía, El camino del Sol y El reino de Dios, imprime a la obra un carácter autobiográfico, ya que la historia nace de su propia experiencia de vida y de su encuentro real con una familia como la que retrata. Así, la película se convierte en una reflexión sobre lo que significa habitar el mundo: no se trata de un espacio físico, sino de los vínculos que construimos con los demás.

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