Keanu Reeves ha construido una carrera admirable gracias a sagas como Matrix y John Wick, además de clásicos noventeros como Punto de quiebre y El abogado del diablo. Sin embargo, más allá de la acción, el actor ha demostrado una faceta cómica en cintas como La magnífica aventura de Bill y Ted o Quizás para siempre. A esta lista se suma La boda de mi ex, un proyecto singular que lo reunió nuevamente con Winona Ryder.
Keanu Reeves y Winona Ryder: una dupla que redefine la comedia romántica
Estrenada en 2018 y disponible tanto en Prime Video como HBO Max, La boda de mi ex es una comedia romántica atípica que apuesta por la ironía, la incomodidad y los diálogos mordaces. La película se centra casi exclusivamente en dos personajes: Frank, un hombre cínico e insociable interpretado por Reeves, y Lindsay, la aguda y desencantada exnovia del novio, a cargo de Ryder. Ambos coinciden en un vuelo hacia Paso Robles, donde deben asistir a una boda que ninguno quiere presenciar.
Lo que podría haber sido una típica historia de romance se convierte en una exploración sarcástica de las convenciones del género. Desde el primer encuentro, Frank y Lindsay dejan claro que no son la pareja soñada del cine romántico: discuten, critican a todo lo que los rodea y desarman cualquier atisbo de sentimentalismo con comentarios mordaces. En lugar de buscar el encanto, la película se atreve a retratar dos personalidades difíciles que, contra todo pronóstico, encuentran consuelo en su desencanto compartido.
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‘La boda de mi ex’ y la ruptura de los clichés de la rom-com tradicional
La química entre Reeves y Ryder es clave para que la propuesta funcione. Los actores, que ya habían coincidido en películas como Drácula de Bram Stoker de Francis Ford Coppola o A Scanner Darkly de Richard Linklater, muestran aquí un ritmo impecable en la comedia seca, basada en silencios prolongados, réplicas rápidas y escenas que parecen más un duelo verbal que una conquista romántica.
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Más que una simple parodia, La boda de mi ex se plantea como una sátira al propio género de las comedias románticas. Mientras la mayoría de estas producciones se apoyan en clichés como los malentendidos o las reconciliaciones dramáticas, aquí se opta por desnudar la estructura y llevarla al extremo, mostrando dos personajes tan dañados emocionalmente que terminan encontrando afinidad precisamente en sus defectos.
A nivel temático, la película también reflexiona sobre la soledad y la dificultad de establecer vínculos en la edad adulta. Frank y Lindsay no son jóvenes ingenuos, sino adultos marcados por sus experiencias, incapaces de creer en el amor como un ideal, pero abiertos a la posibilidad de que la conexión surja en el lugar menos esperado. Ese enfoque realista, incluso amargo, es lo que hace que La boda de mi ex se sienta refrescante dentro de un género saturado de fórmulas repetidas.